Ciudad de Guatemala, 2 mar (AGN).- En una sociedad en la que aún existen desafíos y prejuicios, surgen mujeres que se atreven a romper barreras y perseguir sus sueños sin miedo. Natalia Pérez y Andrea Garcés, con tan solo 16 y 18 años, respectivamente, han comenzado a escribir sus nombres en la historia del voleibol guatemalteco, demostrando que el talento y la pasión no tienen edad ni género.
El futuro puede generar incertidumbre, pero en el voleibol, estas dos jóvenes han despejado cualquier duda. Con su entrega y determinación, han conquistado logros que las perfilan como el presente y el futuro de este deporte, emocionando y enamorando con su juego.
Desde pequeña, Natalia ha tenido claros sus objetivos, inspirada por la disciplina que su madre le inculcó desde temprana edad:
Cuando tienes una meta, es tu corazón diciéndote lo que realmente deseas. Si trabajas con disciplina y das el 100 % en cada entrenamiento, verás los resultados y marcarás la diferencia.
Por su parte, Andrea sabe que solo ella puede valorar su esfuerzo y que, sin importar lo que digan los demás, su determinación es lo que define su camino:
Nunca escuches los comentarios negativos. Ellos solo ven una pequeña parte de tu esfuerzo, pero solo tú conoces cada sacrificio que has hecho. Riega cada día la semilla de tus sueños y verás cómo florece.
La edad en el deporte es solo un número
A menudo se piensa que el deporte es un camino difícil para las mujeres jóvenes. Sin embargo, Natalia y Andrea han demostrado que, cuando hay pasión, todo es posible. Andrea encontró su amor por el voleibol durante la pandemia y, cinco años después, no se arrepiente de haber tomado esa decisión:
Siempre me gustaron los deportes, pero cuando probé el voleibol, me enamoré de él. Desde ese primer día supe que era lo mío, y hasta hoy, sigo entrenando con la misma motivación.
En el caso de Natalia, su historia está marcada por la inspiración de su madre, una ex seleccionada nacional. Pero lo que al principio fue presión, con el tiempo se convirtió en una motivación:
Crecí con la expectativa de que todos esperaban que fuera como mi mamá. Sentí mucha presión y me alejé del voleibol por años. Pero cuando decidí volver, lo hice con la meta de no ser como ella, sino de inspirarme en sus logros para convertirme en mi mejor versión.
Retos por estigmas hacia la mujer
El camino de la mujer en el deporte no solo se enfrenta a retos físicos, sino también a barreras sociales. Natalia y Andrea han tenido que lidiar con situaciones lamentables que ninguna deportista debería enfrentar.
Cuando nos trasladamos de un lugar a otro, tratamos de ir juntas, porque usar licras cortas nos hace sentir vulnerables. A pesar de las precauciones, seguimos enfrentando acoso, hay personas que todavía nos silban y hacen comentarios fuera de lugar. Tristemente, son cosas a las que debemos acostumbrarnos.
Pero en lugar de rendirse, han transformado la discriminación en oportunidades de cambio. Andrea ha logrado romper estereotipos y demostrar que el voleibol es un deporte en el que la fuerza y la determinación no tienen género:
Cuando empecé, el voleibol en mi colegio era solo para hombres. Se decía que las mujeres tenían miedo al balón o que no se lanzarían por él. Pero con el tiempo, demostramos que podemos competir al mismo nivel y hoy, esos mismos compañeros se han convertido en grandes amigos y aliados en el deporte.
El deporte es más grande cuando todas avanzamos juntas
El éxito en el deporte no significa descuidar otros aspectos de la vida. Para Natalia y Andrea, la clave ha sido la organización y la constancia.
A quienes están comenzando, les diría que organicen su tiempo. Puede parecer abrumador, pero con disciplina y una agenda bien manejada, es posible cumplir con el colegio, la familia y los entrenos. Y, sobre todo, disfruten cada momento, porque esos son los recuerdos que les darán fuerzas en el futuro.
El camino de la mujer en el deporte no ha sido fácil, pero cada paso que dan atletas como Natalia y Andrea abre nuevas oportunidades para las generaciones futuras. Ellas no solo están escribiendo su propia historia, sino que están inspirando a otras a creer en sí mismas y a luchar por sus sueños, porque el talento no tiene género, porque la pasión no entiende de barreras, porque ellas también juegan, sueñan y conquistan.
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