Redacción Ciencia, 30 mar (EFE).- Las mascotas, ya sean perros o gatos, en casa se asocian con menos alergias alimentarias entre los niños de hasta tres años, incluso cuando están expuestos a estos animales antes del nacimiento.
Así lo señala un estudio realizado en Japón, que publicó la revista Plos One en el que no se establece una relación causa efecto, sino una asociación entre ambos factores.
El equipo usó datos del Estudio japonés sobre Medio Ambiente e Infancia con la participación de 66 mil 215 menores. Dicho estudio tiene información sobre la exposición a mascotas y las alergias alimentarias.
Qué se descubrió
En algunos países de renta alta, a más de uno de cada 10 niños se le diagnostican alergias alimentarias. Además, la incidencia sigue aumentando.
El estudio también indica que alrededor de un 22 % de los menores estuvieron expuestos a mascotas, especialmente perros y gatos en interiores durante el período fetal.
Entre los niños con contacto en interiores con perros y gatos había una reducción significativa de la incidencia de alergias alimentarias. Sin embargo, no se vieron diferencias significativas con los menores de hogares con perros en el exterior.
Los datos indican que los niños expuestos a perros en interiores tenían significativamente menos posibilidades de experimentar alergias específicas al huevo, la leche y los frutos secos.
Los que tenían contacto con gatos eran significativamente menos propensos a padecer alergias al huevo, el trigo y la soya.
No obstante, en el caso de los hámsters (0.9 % del total del grupo estudiado) había una incidencia significativamente menor de alergias a frutos secos.
Los autores señalan algunas limitaciones del estudio. Entre ellas, que los datos no están basados en pruebas de alergias u otros análisis realizados por ellos, sino basados en los dados por los participantes complementados con historias clínicas.
Además, este estudio no puede determinar si la relación entre la exposición a mascotas y la incidencia de alergias alimentarias es de causa-efecto.
Aun así, los autores sugieren que estos resultados pueden ayudar a orientar futuras investigaciones sobre los mecanismos que subyacen a las alergias alimentarias infantiles.
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