Barcelona (España), 20 abr (EFE).- Científicos del Instituto español de Biología Evolutiva (IBE-CSIC-UPF) identificaron cambios en los genes para facilitar que los humanos se adapten a la deficiencia de zinc en la dieta, según un estudio que publicaron en la revista Scientific Reports.
Desde la expansión de los humanos modernos por todo el mundo hace más de 60 mil años, estos se adaptaron a distintos estilos de vida en función de los recursos alimenticios y nutrientes disponibles localmente, que dejaron una huella genética.
Algunos de los casos más conocidos están asociados al metabolismo de los macronutrientes en el cuerpo humano e incluyen adaptaciones genéticas al consumo de lácteos, dietas ricas en grasas y alimentos con almidón, mientras que otras adaptaciones dejaron su huella en los genes relacionados con el transporte y metabolismo de los micronutrientes.
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Sobre el zinc
Un ejemplo es el zinc, un micronutriente esencial que necesitamos para mantenernos sanos y que es, después del hierro, el oligoelemento que se encuentra en mayor concentración en las células humanas.
Entre sus funciones, el zinc ayuda al sistema inmunitario a combatir bacterias y virus que invaden el organismo, participa en la división y el crecimiento celular, en la cicatrización de heridas y en el metabolismo de los carbohidratos.
Los seres humanos obtienen el zinc a través de la dieta, por lo que la disponibilidad de este mineral en el suelo puede resultar crucial para la salud de los habitantes de cada territorio, pero en algunos lugares, como el sur de Asia y en particular la India, la deficiencia de zinc fue reconocida como un problema nutricional serio.
Las importantes diferencias observadas entre poblaciones humanas de diferentes continentes en los genes encargados del transporte del zinc podrían tener consecuencias potenciales en diferentes rasgos de salud, contribuyendo a diversas susceptibilidades a enfermedades como el cáncer, la inmunodeficiencia o la diabetes, explicó la responsable de la investigación, Elena Bosch.
Según esta investigadora española, la homeostasis del zinc influye claramente en el estado de salud humana, especialmente en la respuesta inmune, que puede haber sido esencial a lo largo de la evolución para nuestra respuesta a los patógenos locales y para nuestra supervivencia.
El estudio revela que el contenido de zinc del suelo actúa como presión selectiva ambiental, dejando una huella en los genomas de diferentes poblaciones humanas.
Nuestro estudio puede ayudar a entender por qué determinadas enfermedades relacionadas con el metabolismo del zinc presentan una mayor incidencia en algunas poblaciones, y ayudar a encontrar posibles dianas terapéuticas, concluyó Bosch.
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