Ciudad de Guatemala, 2 jul (AGN).- Baja Verapaz se convirtió en un punto de encuentro entre la pasión futbolera y el espíritu nacional. Al parque San Jerónimo llegó el presidente Bernardo Arévalo rodeado de familias, jóvenes y niños que, con camisolas azules, banderas y tambores, se congregaron para ver el esperado partido de la selección nacional de Guatemala frente a Estados Unidos por un puesto en la final de la Copa Oro.
Pantallas gigantes fueron instaladas en el lugar para que la población pudiera vivir el encuentro en comunidad, mientras el verdadero escenario deportivo se desplegaba a miles de kilómetros, en el estadio de San Luis, Misuri, Estados Unidos, donde se disputa esta histórica semifinal.
El mandatario se detuvo en este sitio luego de una apretada agenda de trabajo, ya que se encontraba supervisando los remozamientos realizados en el parque cuando el partido inició y se unió a la población convirtiéndose en un aficionado más. Sin escoltas llamativas ni escenarios preparados, Arévalo se sentó entre los vecinos, aplaudió las jugadas de la bicolor y compartió risas y nerviosismo en una tarde cargada de emoción.
Guatemala no solo compite en la cancha, también une corazones fuera de ella. Haber llegado a la semifinal ya es motivo de celebración nacional. La hazaña se concretó tras un triunfo en penaltis frente a Canadá, una potencia futbolera en la región. Esa victoria desató una ola de entusiasmo que se ha sentido desde las grandes ciudades hasta los rincones rurales del país. En contraste, su rival, Estados Unidos, dejó atrás a Costa Rica para avanzar a esta fase.
Un respaldo constante desde el Ejecutivo
No es la primera vez que el Presidente demuestra su respaldo a los seleccionados guatemaltecos. Durante el torneo ha enviado mensajes de ánimo, ha reconocido su esfuerzo y ha celebrado cada avance con el mismo entusiasmo que cualquier aficionado. En esta ocasión no fue distinto, pues aprovechó el encuentro con la población para destacar el valor de creer en el talento nacional y soñar en grande.
Los guatemaltecos no solo desean una victoria, la esperan con fervor. Una eventual clasificación a la final de la Copa Oro significaría escribir un nuevo capítulo en la historia deportiva del país. Aunque el desafío es grande, la esperanza se mantiene viva. De no resolverse en los 90 minutos reglamentarios, el partido se decidirá nuevamente desde el punto penal, un escenario que ya favoreció a la azul y blanco en cuartos de final.
La imagen del Presidente acompañado de su pueblo, todos con la mirada fija en las pantallas instaladas en el parque, será difícil de olvidar. En medio del bullicio, los abrazos y los cánticos, quedó claro que el futbol tiene el poder de unir, de borrar distancias y jerarquías.
El silbato final aún no suena, pero la selección nacional de Guatemala ya ha ganado algo invaluable: el corazón de su gente.
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