Ciudad de Guatemala, 25 jun (AGN).- Saludos, maestros, me llamo Pedro, Pablo, María, Ana, José, Israel… como ustedes quieran que se llame un maestro rural o simplemente un maestro de aldea.
Cuando estudié, los libros y maestros de Pedagogía y Didáctica me pintaron una escuela ideal, pero está lejos de ser verdad.
Laboré en área rural, donde finalmente ejercí el magisterio durante seis años en una escuela unitaria. Ahí comprendí el valor de un lápiz, un cuaderno y una barra de yeso. También vi de cerca las necesidades del campo.
Muchos guatemaltecos acudieron del 17 al 22 de junio a las jornadas de Certificación de Competencias que desarrolló el Ministerio de Educación en Lake Worth, Florida y en Raleigh, Carolina del Norte en Estados Unidos.
Las y los técnicos de la Dirección General de Educación… pic.twitter.com/aeUaDF5jrO
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Tarea difícil
Al graduarme, mi padre me dijo con ironía:
Bueno… ahora lo difícil es conseguir chamba.
Y en realidad fue difícil, porque la situación política, agravada por el golpe de estado de Efraín Ríos Montt en 1982, complicó hasta conseguir una plaza.
Además, corrían rumores de que para conseguir trabajo era obligatorio cambiarse de religión. Así que Guatemala empezó 1983 con el pie izquierdo.
Confieso que esperaba conseguir una plaza con un poco de cuello, pero no fue así.
Para complicar la situación, Ríos Montt implementó una prueba de oposición, que consistía en una examen kilométrico con un determinado punteo.
Recuerdo que éramos cientos de maestros los que nos evaluamos en la Escuela Normal Central para Varones. Para entonces, sus instalaciones estaban recién estrenadas, porque el terremoto de 1976 derrumbó el edificio antiguo.
Esa mañana de principios de 1983 recordé en La Normal a maestros como Juan José Arévalo, el espejo de muchas generaciones de maestros.
Seleccionados
Los del primer grupo de oposición, cuyas notas eran arriba de… no recuerdo, salieron beneficiados con plaza fija (en el renglón 011).
Salí beneficiado en el segundo grupo, como a mediados de junio de 1983, pero con un contrato.
Fui nombrado a una aldea de un municipio de Guatemala, a 18 kilómetros de la cabecera municipal. ¿Cómo me las arreglé durante seis años para viajar? Eso es otro asunto que no vale la pena contar.
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Gente de valor
La paga era diferente a la de un maestro presupuestado, pero quizás eso no fue el meollo del asunto durante los siete meses del contrato. Lo gracioso es que a los maestros por contrato nos pagaban en una unidad desaparecida de Educación llamada Socioeducativo Rural (decana de la educación rural en el país).
Ahí conocí gente valiosa, maestros que habían laborado durante mucho tiempo en el área rural y que conocían las penurias y alegrías de los docentes de la montaña.
Recuerdo que para enero de 1984, la entonces ministra de Educación, María Luisa Beltranena de Padilla, envió telegramas indicando que los maestros por contrato íbamos a ser presupuestados en el renglón 011.
Huelgas y vivencias
Viví la promoción de los alumnos por decreto, en 1985, durante el régimen de facto de Óscar Humberto Mejía Víctores, quien vio en ese mecanismo una forma de vengarse del Magisterio, por las protestas de ese año.
También fui testigo de las manifestaciones contra Vinicio Cerezo en 1989.
Cerezo había contado con el voto de los maestros para llegar al poder, pero luego les dio la espalda cuando le pidieron que hiciera justicia salarial.
En ese entonces, la Policía Antimotines era palabra mayor para reprimir manifestaciones. Un cuerpo de hombres bien armados con garrotes y perros…
Junto a miles de maestros de todo el país, también vi cara a cara a estos hombres -y algunas mujeres- que acorralaban a los inconformes. Salir a manifestar era una mezcla de atrevimiento, reto y morbo, porque uno sabía que en alguna esquina lo esperaban los antimotines.
¿Y qué decir de las interminables jornadas de Belén de junio y julio de 1989?
Recuerdo, también, que entonces muchos maestros afrontaban penurias económicas, porque el Estado no pagó los meses que duró el movimiento.
Concentraciones de maestros iban y venían… y ese año también hubo una caminata de maestros de las Verapaces con todo y familias que llegaron hasta la capital… solo para recibir el mismo trato que los concentrados en Belén.
Al fracasar el movimiento, en el cual se entremezclaron sindicatos y líderes de otros gremios, no había más salida que regresar a las escuelas, que habían permanecido cerradas aun en contra de la voluntad de los pocos maestros que deseaban laborar.
Como se rompe una pompa de jabón, así desapareció para siempre la figura señera y respetuosa del Magisterio Nacional.
A finales de julio de 1989, Cerezo amenazó con despedir a miles de empleados que se habían sumado a las peticiones de los maestros. Los supervisores educativos, entonces, no tuvieron más remedio que amenazar con levantar actas a quienes no quisieran retornar a sus establecimientos.
De la noche a la mañana, todos regresamos, aunque muchos compañeros fueron rechazados en sus comunidades.
¿Y los líderes magisteriales de entonces? simplemente se hicieron humo.
En 1990, dejé el área rural y pasé a Educación Media… y esa es otra historia, porque mi vida profesional dio un giro vertiginoso.
Mis saludos respetuosos a todos los paladines de la enseñanza en este Día del Maestro, y mi admiración por los hombres y las mujeres que siguen forjando generaciones en las comunidades más remotas de Guatemala.
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