Quiché, 6 abr (AGN).- La Semana Santa en la cabecera departamental de Quiché se caracteriza por una gran variedad de ritos religiosos, procesiones, elaboración de alfombras y platillos propios de la gastronomía local.
Uno de los elementos típicos en este último aspecto se relaciona con la remembranza de la última cena de Jesucristo. Se trata de la elaboración y degustación del conocido pan de Semana Santa.
La tradición de prepararlo en el seno familiar se originó debido a que antaño los panaderos descansaban durante ese período y era necesario abastecerse.
Aunque esto ha cambiado con el tiempo, muchos núcleos mantienen la costumbre de reunirse para preparar y saborear este alimento. Las recetas son variadas y han pasado de generación en generación, convirtiéndose en un legado.
El origen
Según datos recopilados por la casa de desarrollo cultural, en épocas pasadas, todo lo relacionado con la elaboración del pan de Semana Santa se constituyó en un ritual, el cual comenzaba con la compra de los ingredientes, que incluía huevos criollos, mantequilla lavada, harina, determinado tipo de levadura, azúcar, pasas y ajonjolí, entre otros.
Cada familia tenía su propia receta y solía dejarse reposar una noche antes de cocinarse en hornos artesanales de barro utilizando leña como combustible. No había un tipo específico de pan, pues cada núcleo elaboraba el de su preferencia, tal como ocurre en la actualidad.
Pan de yemas, con corona, dormido, tortas, revolcado, mestizas, francés de clara, blanco y champurradas son algunos de los que adornan las mesas en esta época. Tampoco pueden faltar las famosas cazuelejas horneadas en moldes rectangulares de hojalata o en latas de sardinas.
Anteriormente, se empezaba a hornear desde la Semana de Dolores, de tal manera que el alimento estuviera listo a más tardar el Miércoles Santo. Un día después, era común el intercambio entre vecinos y familiares.
Esta es una costumbre que se mantiene, pues las visitas a cada hogar suelen disfrutar del pan preparado de manera artesanal, junto con una deliciosa taza de chocolate.
Sincretismo
Esta bebida, a base de cacao, también es un elemento tradicional de la gastronomía quichelense durante la Semana Santa y suele acompañar el pan que elaboran las familias.
Su consumo es parte del sincretismo característico de la jurisdicción en esta época, pues conformaba la alimentación del pueblo maya K’iche’, según consta en escritos como el Popol Wuj.
En la cabecera departamental, se suele preparar el chocolate de manera artesanal, proceso que se inicia con la elección de las semillas de cacao, las cuales deben limpiarse y secarse adecuadamente.
Posteriormente, se tuestan, cuidando que no se quemen, y se muelen dos veces con canela; al resultado se le agrega azúcar y se vuelve a moler.
Culminados estos pasos, la mezcla se calienta, lo que deja una pasta que permite hacer bolitas para luego palmearlas. Con esta práctica se hacen las pastillas de chocolate, aunque también hay quienes utilizan moldes.
Luego se ponen a secar sobre un petate que se compra especialmente para la ocasión. Ahí se deja secar por un par de semanas y luego se guarda en recipientes herméticos, con el fin de que el producto permanezca fresco.
Al momento de consumirlo, se coloca un par de tablillas en un jarrito de barro, al cual se le agrega agua hirviendo. Se bate con un molinillo de madera hasta que se disuelven todos los grumos y queda listo para saborearlo.
En el libro Raíces mayas de la gastronomía guatemalteca se hace ver que el cacao en la cultura maya es símbolo de riqueza, fertilidad y vida después de la muerte.
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kg/dm