Madrid, dic (EFE).- No; el hecho de que la variante ómicron acumule decenas de mutaciones no la convierte automáticamente en más agresiva o letal; y las vacunas actuales, que se pueden rediseñar con rapidez y facilidad, siguen siendo una de las mejores armas para combatir la pandemia, pero no la única.
La investigadora Isabel Sola despeja en una entrevista diez dudas esenciales sobre la nueva variante del SARS-CoV-2, que provoca el coronavirus y fue detectada en Sudáfrica y se ha extendido por al menos medio centenar de países.
Sola trabaja en el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y codirige el grupo de coronavirus en este centro, donde lidera, junto a Luis Enjuanes, uno de los grupos que busca una vacuna contra el SARS-CoV-2.
La nueva variante presenta decenas de mutaciones con respecto al virus original. ¿Sorprende a la comunidad científica la evolución de este coronavirus o es la evolución previsible?.
Que el virus cambie es perfectamente esperable, pero esta variante ha acumulado más mutaciones que otras, y nos preguntamos por qué; se especula con que Sudáfrica es un país donde hay mucha incidencia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y muchas personas con un sistema inmunodeficiente. En esas condiciones, el virus ha podido evolucionar más libremente. Con un sistema inmune más potente el virus cambia menos.
El hecho de presentar muchas más mutaciones que otras variantes detectadas con anterioridad, ¿la convierte automáticamente en más letal o virulenta?
No tiene por qué. Han aparecido más cambios. Eso quiere decir que el virus ha tenido más libertad para cambiar, y esas mutaciones le dan al virus una ventaja. Pero algunas de esas mutaciones pueden ser neutras, y no dar lugar a ningún cambio de comportamiento. Otras pueden, sí, dar lugar a un cambio de comportamientos, pero no tiene por qué ser más virulento; y sería posible incluso que el virus se atenuara y perdiera virulencia. La atenuación es una posibilidad bastante lógica en la evolución de un virus.
Son las medidas de vigilancia y control vigentes (vigilancia epidemiológica, pruebas de diagnóstico, etc.) suficientes para controlar la evolución de esta nueva variante?
De momento, precaución. Las medidas no farmacológicas que ya conocemos (mascarilla, higiene, distancia o ventilación) son efectivas frente a cualquier variante. Las vacunas posiblemente conserven efectividad también. Ahora toca ser precavidos, y conviene mantener la vigilancia para ver cómo se comporta, cómo respira el virus.
¿Está justificada desde el punto de vista científico la reacción de alerta y de alarma que se ha desatado en muchos países ante esta nueva variante?
Sí, porque el virus ha cambiado y hay que saber en qué se traducen esos cambios. Hay que pensar que cualquier cambio que se produce en un virus es porque al virus le viene bien. Se podría pensar, es una posibilidad, que el virus se va a transmitir mejor. De momento, y ante eso, cuidado, alerta, y la guardia bien alta.
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¿Se puede mantener que las vacunas contra COVID-19 que se están administrando son efectivas contra la nueva variante?
Se está ya comprobando en los laboratorios; lo que se hace es tomar este virus y enfrentarlo al suero de personas que ya están vacunadas para ver si los anticuerpos que inducen las vacunas siguen neutralizando bien y eliminando al virus.
¿Se puede rediseñar una vacuna en poco tiempo y producirla de forma masiva para cubrir mejor cualquier variante?
Sí. Son vacunas que se hacen mediante biotecnología y los cambios son relativamente sencillos. Luego está la cuestión de qué van a exigir las agencias reguladoras para este cambio. La formulación de la vacuna de la gripe se cambia cada año sin necesidad de repetir ensayos clínicos. Directamente se reformula y se produce.
¿Debe una vacuna rediseñada volver a pasar las mismas fases de ensayo y procesos para conseguir las mismas autorizaciones que la vacuna original?
Habrá que ver cuál es la actitud de las agencias reguladoras, y si aceptan directamente la reformulación, en cuyo caso habría vacunas masivamente en unos meses, o si exigen algún tipo de ensayo.
Demostrado que el aire es la principal vía de contagio del virus, ¿tendría sentido reforzar las medidas preventivas en ese sentido o recuperar algunas de las medidas que se han ido relajando durante los últimos meses? (uso obligatorio de mascarillas, aforos, etcétera).
Creo que sí que es necesario recuperar medidas no farmacológicas; no solo por esta nueva variante, que no sabemos cómo se va a comportar, pero simplemente con la variante delta, que es la que está circulando, estamos comprobando la incidencia en muchos países.
¿Tiene sentido seguir avanzando en la vacunación en los países más desarrollados (terceras y cuartas dosis) mientras en los países y continentes más pobres las tasas son tan bajas?
Es fundamental afrontar el problema de tener una vacunación universal, porque en países donde la vacunación es muy baja el virus se puede reactivar y aparecer nuevas variantes. Hay que llegar a un punto de equilibrio, en el que los países más desarrollados, donde hay acceso casi ilimitado a las vacunas, se usen de una forma racional.
¿Tiene sentido seguir hablando de inmunidad colectiva (o de rebaño) ante la proliferación de nuevas variantes o es un concepto que carece ya de sentido?
Es un concepto que hay que tomar de forma relativa. No es un número mágico que cuando se alcanza nos garantice la protección absoluta y para siempre. Cuantas más personas estén vacunadas, más obstáculos va a tener el virus para transmitirse y eso permite controlar mejor su impacto en la salud pública.
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