Singapur, 15 dice (EFE).- El papa Francisco concluyó lo que se suponía una dura prueba en su pontificado: el viaje internacional más largo, 12 días en los que ha recorrido cuatro países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, y en el que a pesar de sus 87 años y sus problemas de movilidad superó sin problemas en buena forma y sin dar señales de debilidad.
Un papa al que el viaje parece no haberle hecho mella
El viaje en el que ha recorrido 32.000 kilómetros, sumados a los que hizo en coche y papamóvil entre los fieles, los cuatro cambios de horario y siete vuelos, no parecen haber hecho mella en el pontífice que el viernes se despedía de Singapur con una visita a una casa para ancianos y un encuentro con los jóvenes en el que volvió a demostrar buen humor.
Es verdad, que respecto a otros viajes, se ha bajado el ritmo de los actos y se le ha permitido hacerle descansar de un país a otro con algunas horas libres a las llegadas.
Pero el pontífice argentino, que debido a sus dolores en una rodilla tiene que moverse en silla de ruedas, no ha renunciado a nada, incluidos los extenuantes recorridos en papamóvil de más de 40 minutos entre los fieles en las misas multitudinarias que ha celebrado y combatiendo además con el calor y humedad de estos países.
Más de 40 minutos estuvo recorriendo la enorme explanada ed Taci Tolu en Dili con una humedad y calor intensos a pesar de que se espero el atardecer para saludar a los fieles al final de la misa en la que se congregaron unas 600.000 personas, prácticamente casi la mitad de la población de Timor Oriental.
Francisco se “regenera” con el cariño de la gente
Al papa le regenera el cariño de la gente. No se esperaba todas estas personas a su paso como se ha visto en países como Timor Oriental y eso le da fuerza, explica una de las personas de la delegación vaticana.
Y cuenta la gran satisfacción del papa por haber podido ir a Vánimo, una localidad remota en Papúa Nueva Guinea, tras haber recorrido otras dos horas de avión, para visitar a los misioneros argentinos que trabajan allí entre los más pobres de uno de los países más pobres del mundo.
Si se pregunta al papa cómo está, no responde estoy cansado sino estoy feliz por los encuentros y por la alegría de la gente. Es una perspectiva diferente, muy cristiana, de vida que hace sentir, quizá, menos el cansancio, explicó el portavoz, Matteo Bruni, preguntado por los medios.
A Francisco se le ha visto estrechar miles de manos de las largas filas que se formaban tras su actos para poder saludarle sin perder la paciencia, parar el coche en numerosas ocasiones para bendecir los bebes que sus padres habían llevado a los bordes de la carretera para verle sólo pasar un instante y acercarse siempre a los enfermos para una caricia.
Y repartir caramelos entre los niños, uno por uno, que se exhibieron con cantos, bailes y tocando sus instrumentos durante sus actos, aunque siempre en su sillas de ruedas.
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