Ciudad de Guatemala, 30 ene (AGN).- Una investigación llevada a cabo en el Reino Unido ha constatado por primera vez la transmisión accidental, a través de un tratamiento médico, de la proteína causante del alzhéimer. Esta enfermedad, hasta ahora, solamente estuvo asociada a la vejez o, en menor medida, a la herencia genética.
Asimismo, el hallazgo de esta propagación, por muy extraordinarias que sean las circunstancias en las que se produjo, pone de manifiesto la necesidad de extremar precauciones a juicio de los autores de este estudio, que recoge este lunes la revista Nature Medicine.
Además, el estudio ha constatado que cinco pacientes que fueron tratados con una hormona del crecimiento contaminada (procedente de tejidos cerebrales de cadáveres y en desuso desde 1985) acabaron desarrollando la enfermedad sin tener ni la edad ni la herencia genética vinculadas a ella. Esta estaba contaminada con la proteína beta amiloide, cuya acumulación es responsable del alzhéimer.
Tratamiento contaminado
La hormona del crecimiento c-hGH, extraída de glándulas pituitarias de personas fallecidas para tratar cuestiones de estatura, se administró a 1 mil 848 niñas y niños del Reino Unido entre 1959 y 1985.
La suspensión de su uso en 1985 (y su sustitución por una hormona sintética) vino derivada de la comprobación de que algunos lotes contenían proteínas infecciosas causantes de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Este es un trastorno cerebral que a menudo deriva en demencia.
En 2017-2018, más de 30 años después de que este tratamiento dejara de usarse, los autores del presente estudio analizaron muestras guardadas de la hormona del crecimiento c-hGH. De esa cuenta, comprobaron que estaban contaminadas con la patología asociada a la proteína beta amiloide a pesar de llevar décadas almacenadas.
Al administrarlas a ratones vieron que estos desarrollaron alzhéimer. Esto les llevó a preguntarse cuál habría sido la evolución de aquellas niñas y niños que recibieron aquel tratamiento potencialmente contaminado con la proteína beta amiloide.
El neurocirujano John Collinge, uno de los autores y afiliado al University College de Londres, explicó a la prensa:
Nuestra sospecha fue que las personas expuestas a aquella hormona del crecimiento que no sucumbieron en su momento a la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y vivieron más tiempo, podrían haber acabado desarrollando la enfermedad de Alzheimer.
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We describe a new type of Alzheimer’s disease – iatrogenic Alzheimer’s disease – occurring after treatment with cadaveric human growth hormone many decades earlier
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— MRC Prion Unit at UCL Institute of Prion Diseases (@MRC_Prion) January 29, 2024
Ocho casos estudiados
El estudio de ocho de esos casos mostró que cinco empezaron a mostrar síntomas de demencia entre los 38 y los 55 años, y en la actualidad. O bien, tienen alzhéimer diagnosticado o cumplen todos los criterios de diagnóstico de esta enfermedad.
De las tres restantes, una persona cumplía los criterios de deterioro cognitivo leve.
Asimismo, la edad inusualmente temprana a la que estos pacientes desarrollaron los síntomas sugiere que no padecían alzhéimer habitual asociado a la vejez. En los cinco casos se descartó la existencia del gen que hace que en algunos casos esta enfermedad sea hereditaria.
Al respecto, Collinge señala:
No hay ningún indicio de que la enfermedad de Alzheimer pueda transmitirse entre personas durante las actividades de la vida diaria o de la atención médica rutinaria. Los pacientes que hemos descrito recibieron un tratamiento médico específico que se interrumpió en 1985.
No obstante, los autores sí coinciden en que el hallazgo de que el alzhéimer podría trasmitirse, por muy extraordinarias que sean las circunstancias, marca un precedente. Por ello, debe llevar a revisar las medidas para prevenir la transmisión accidental a través de procedimientos médicos o quirúrgicos. Esto, con el objetivo de evitar que estos casos se produzcan en el futuro.
Cautela
En una reacción recogida por la plataforma Science Media Centre, Tara Spires-Jones, presidenta de la Sociedad Británica de Neurociencia, no cuestiona los resultados del estudio, pero sí enfatiza en que no es algo que deba preocupar a la gente.
Spires-Jones agregó:
No hay indicios de que la patología del alzhéimer pueda transmitirse entre individuos en actividades de la vida cotidiana. Ni hay pruebas que hagan temer que los procedimientos quirúrgicos actuales conlleven algún riesgo de transmisión de la enfermedad.
En la misma línea, el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Manchester, Andrew Doig, hace un llamamiento a ser cautelosos. También señala que, pese a su solvencia, el estudio solo tiene en cuenta ocho pacientes.
Por ello, Doig sostiene:
No hay razón para temer la propagación de la enfermedad, ya que la forma en la que se originó -esta trasmisión- se detuvo hace más de 40 años. La transmisión de la enfermedad de cerebro humano a cerebro de esta forma no debería volver a producirse.
EFE
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