Por Isaac Ramírez
Ciudad de Guatemala, 25 dic (AGN).- Al llegar el Adviento, todos los pobladores del valle de Panchoy, hoy Antigua Guatemala, se volcaban a las calles con el objetivo de prepararse para la Nochebuena y la Navidad.
Las crónicas del franciscano Francisco Vásquez también dan crédito a fray José de Moreira, confesor del Santo Hermano Pedro, a quien encomienda la procesión de Nochebuena, aproximadamente hacia 1663.
Vásquez indica que desde que entraba el Adviento, el Hermano Pedro disponiendo su alma para la venida de Dios en carne humana, ponía en la copa del sombrero la imagen de un pequeñito niño Jesús envuelto en pañalitos muy limpios y ricas mantillas que el mismo cosía y formaba de retazos de cambray y tela (…).
Procesión viviente
Para el Hermano Pedro, la Navidad era motivo de gozo y regocijo. La víspera organizaba una procesión en vivo, con personajes y pastores, lo cual constituía una novedad.
Al respecto, el cortejo salía del Hospital de Belén y pasaba por La Merced y San Francisco. En ella iban los hermanos terceros y mucho concurso de gentes con infinitas luces en las manos, rezando el rosario con mucha devoción (…), relata el cronista.
Tal era el gozo, que el Hermano Pedro encabezaba la procesión haciendo cabriolas, para mostrar su gran regocijo por el nacimiento de Jesús.
En la Misa de Gallo se cantaba el rosario y coplas compuestas por el Hermano Pedro. Según crónicas franciscanas, al terminar la misa, se dirigía a pie a Ciudad Vieja, con el objetivo de felicitar a la Virgen de Concepción, patrona del lugar.
Hacia 1665, el Hermano Pedro le escribe al obispo Payo Enríquez de Rivera para solicitarle la exposición del Santísimo los tres días de la Pascua de Navidad.
Esta y otras tradiciones eran propias de la Colonia. Muchas de ellas permanecen en Guatemala y son practicadas de generación en generación, como la travesía del Niño Dios por las calles, el 25 de diciembre, la visita de nacimientos o la distribución de ponche.
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