Ciudad de Guatemala, 21 oct (AGN).- El viaje hacia Antigua Guatemala comienza dejando atrás el bullicio de la capital. A medida que el camino serpentea entre montañas y valles, el paisaje cambia: el concreto cede espacio al verde intenso, las nubes acarician los volcanes y el aire se vuelve más fresco. En cada curva, el país muestra un rostro distinto, uno más humano, más profundo, que hoy abre sus brazos para los Juegos Centroamericanos 2025.
Desde el kilómetro 25 de la ruta Interamericana, la carretera parece invitar al visitante a desconectarse del tiempo. Se atraviesan pueblos llenos de vida, con ventas de frutas, pan artesanal y sonrisas sinceras que dan la bienvenida al viajero. Al final del recorrido, el Arco de Santa Catalina marca la entrada a una de las ciudades más bellas de América: Antigua Guatemala, la joya colonial que guarda en sus muros la historia de todo un país.
Entre historia, fe y color
Antigua no necesita presentaciones. Fundada en el siglo XVI, fue la capital del Reino de Guatemala y el corazón político y religioso de Centroamérica durante más de dos siglos. A pesar de los terremotos que la hirieron, su espíritu sobrevivió y su belleza sigue intacta.
Las calles empedradas conducen a templos, conventos y ruinas que se alzan como testigos silenciosos del paso del tiempo. Cada fachada de tonos ocre y pastel guarda una historia, una promesa o un recuerdo.
El Arco de Santa Catalina, con el volcán de Agua al fondo, es una de esas postales que parecen hechas para quedarse grabadas en la memoria. Pero más allá de su arquitectura, Antigua es un espacio donde la vida cotidiana se entrelaza con la historia. Los cafés, los mercados y los parques llenos de risas crean un ambiente donde lo antiguo y lo moderno conviven en perfecta armonía.
Las procesiones de Semana Santa, sus alfombras de aserrín, la feria de julio y el aroma a café recién tostado son parte de su identidad. Antigua no solo se admira, también se vive, se respira, se siente.
Una ciudad que abraza la cultura
En Antigua, el arte está en todas partes. En los lienzos que cuelgan de los portales, en la marimba que suena en las plazas y en los versos de los poetas que alguna vez se inspiraron bajo sus arcadas.
Es un destino que ha sabido mantenerse fiel a sus raíces sin renunciar a su proyección internacional. Cada visitante encuentra aquí algo distinto: los extranjeros descubren historia, los guatemaltecos redescubren su esencia.
El calor humano de su gente y la riqueza de su gastronomía convierten a la ciudad en un símbolo del alma chapina. Platillos como el pepián, el “kak’ik” o las dulzuras tradicionales se convierten en parte del recuerdo de quien la visita.
Por eso, no sorprende que Antigua haya sido elegida sede de varias disciplinas de los Juegos Centroamericanos Guatemala 2025: porque aquí todo está hecho para emocionar, para inspirar y para dejar huella.
Antigua, sede de pasión deportiva
Durante los Juegos, Antigua se transformará en una ciudad deportiva. Su encanto colonial se combinará con la energía de las competencias de billar, esgrima y rugby, tres disciplinas que llenarán de vida sus calles y recintos.
El billar traerá consigo la precisión y el temple; la esgrima, la elegancia y la estrategia y el rugby, la fuerza y la unión, mientras desafía la fuerza de los atletas mientras el volcán es testigo. La mezcla entre arquitectura colonial y pasión deportiva convertirá a Antigua en un escenario único, donde cada triunfo resonará entre campanarios y calles adoquinadas.
Sofía Nicol, una de las voces que estarán compitiendo en el rugby durante los Juegos, explica:
Antigua tiene una magia especial. Los Juegos dejarán un legado que va más allá del deporte: serán una oportunidad para mostrar lo mejor de nuestra Guatemala y la grandeza de la ciudad.
Del 17 al 26 de octubre, la Ciudad Colonial brillará con la elegancia del deporte y la calidez de su gente. Pero más allá de las medallas, Antigua se prepara para dejar una huella duradera. Los Juegos no solo impulsarán el turismo y la economía local, sino que también reforzarán el sentido de orgullo y pertenencia en los guatemaltecos.
El deporte y la cultura siempre han tenido un lazo invisible. En Antigua, ese lazo se hará visible. Los atletas competirán en escenarios cargados de historia, mientras los visitantes disfrutarán de una ciudad que parece detenida en el tiempo, pero que late al ritmo del presente.
Cuando las competencias terminen y el bullicio se apague, Antigua seguirá siendo la misma: una ciudad que inspira, que abraza, que cuenta historias.
Una ciudad que nos recuerda que Guatemala no solo es un país de volcanes y colores, sino también de sueños que se cumplen.
Una joya que nunca deja de brillar
Antigua Guatemala no es solo una postal bonita; es una emoción que se lleva en el corazón. Es el reflejo de lo que somos: un pueblo que ha sabido levantarse de entre las ruinas, que celebra su historia y que mira al futuro con esperanza.
Cuando los atletas crucen sus calles rumbo a sus competencias, lo harán sobre el mismo suelo donde nacieron los sueños de una nación entera. Y en cada aplauso, en cada medalla y en cada sonrisa, quedará escrito un mensaje eterno:
Guatemala está lista para volver a hacer historia, desde el corazón de su ciudad más eterna.
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