Ciudad de Guatemala, 26 jul (AGN).- En un país como Guatemala, donde conviven suelos volcánicos fértiles, valles secos y terrenos erosionados por la actividad humana, el reto de mantener la productividad agrícola sin agotar la tierra es cada vez más evidente. Frente a este panorama, los abonos orgánicos han cobrado relevancia como herramientas regenerativas que permiten restaurar la salud del suelo y garantizar una producción sostenible.
Más que una simple mezcla de desechos, el compost representa una fuente rica en nutrientes y microorganismos beneficiosos. Al incorporarse en suelos arcillosos, facilita la aireación y mejora la estructura del terreno. En áreas degradadas, su aporte es fundamental para devolverle fertilidad al suelo y favorecer cultivos más sanos.
Abonos orgánicos
El uso de excremento vacuno, porcino o de aves, adecuadamente compostado, continúa siendo una de las prácticas más tradicionales y efectivas. En regiones con suelos volcánicos, su capacidad para reducir la acidez lo convierte en un fertilizante orgánico ideal. También es valioso en terrenos arenosos, donde ayuda a retener agua y nutrientes esenciales para el crecimiento de los cultivos.
Producido a través de la digestión de materia orgánica por lombrices rojas californianas, este abono se destaca por su capacidad para revitalizar suelos pobres en vida microbiana. Su uso frecuente en cultivos intensivos, como hortalizas y café, responde a sus beneficios para la estructura del suelo y la liberación gradual de nutrientes.
En zonas de ladera o afectadas por la pérdida de suelo fértil, el abono verde se convierte en un aliado fundamental. Plantas como el frijol o la milpa se cultivan no para cosecharse, sino para ser incorporadas al terreno. De esta forma, se mejora el contenido de nitrógeno y se previene la erosión, fortaleciendo la capa vegetal del suelo.
Bocashi: fermentación al servicio del agro
Entre los abonos más completos figura el bocashi, una mezcla fermentada de estiércol, melaza, salvado, tierra y ceniza. Su versatilidad lo hace apto para diferentes tipos de suelo, especialmente en aquellos con baja fertilidad o altos niveles de acidez. Además, aporta una gran variedad de nutrientes y microorganismos.
Más allá de una técnica agrícola, el uso de abonos orgánicos representa un compromiso con el medio ambiente y las generaciones futuras. En un país donde la tierra es motor de desarrollo, adoptar estas prácticas no solo regenera el suelo, sino que siembra esperanza para un mañana más equilibrado y productivo.
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