Ciudad de Guatemala, 2 de nov. (AGN)- Miguel Ángel Asturias, el escritor guatemalteco con mayor reconocimiento internacional, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1967, y en 1965 el Premio Lenin de la Paz. Recientemente se conmemoraron 50 años de su fallecimiento y 125 de su natalicio.
Algunas de las obras que seguramente ha escuchado de su autoría: la célebre novela El señor Presidente (1946) donde retrata a un típico dictador latinoamericano. Hombres de maíz (1949) es reconocida por muchos como su obra maestra. Además, Mulata de tal y Tres de cuatro soles, (1963) en las cuales se exponen principios antropológicos sobre mitología maya o la Trilogía de la República Bananera: Viento fuerte (1950), El papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1964).
Pero la que seguramente le viene a la mente es Leyendas de Guatemala (1930), una colección de nueve historias cargadas de identidad nacional y tradición considerada como la primera gran contribución antropológica a la literatura española de América.
En torno a mitos y leyendas de nativos y mestizos hizo recreaciones líricas del folclore guatemalteco, con el estilo único que críticos han denominado historia, sueños y poemas.
A continuación, un extracto de algunas de las leyendas:
Leyenda del Cadejo
Y asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas largas y hace ñudos en las crines de los caballos.
Madre Elvira de San Francisco, prelada del monasterio de Santa Catalina, sería con el tiempo la novicia que recortaba las hostias en el convento de la Concepción, doncella de loada hermosura y habla tan candorosa que la palabra parecía en sus labios flor de suavidad y de cariño.
Leyenda de la Tatuana
Ronda por Casa-Mata la Tatuana…
El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían, y sabe el secreto de las plantas que lo curan todo, el vocabulario de la obsidiana —piedra que habla— y leer los jeroglíficos de las constelaciones.
Leyenda del Sombrerón
El sombrerón recorre los portales…
En aquel apartado rincón del mundo, tierra prometida a una Reina por un Navegante loco, la mano religiosa había construido el más hermoso templo al lado de las divinidades que en cercanas horas fueran testigo de la idolatría del hombre —el pecado más abominable a los ojos de Dios—, y al abrigo de los tiempo de montañas y volcanes detenían con sus inmensas moles.
Leyenda de la mascara de cristal
¡Y, sí, Nana la Lluvia, el que hacía los ídolos y. preparaba las cabezas de los muertos, dejándolas desabrido hueso, betún encima, tenía las manos tres veces doradas!
¡Y, sí, Nana la Lluvia, el que hacía los ídolos, cuidador de calaveras, huyó de los hombres de piel de gusano blanco, incendiaron la ciudad entonces, y se refugió en lo más inaccesible de sus montañas, allí donde la tierra se volvía nube!
Leyenda de Matachines
Entre las cuatro grutas sin salida, la del viento, caverna agujereada, la de la tempestad, socavón de fuego y tambor de trueno, la de los despeñaderos de aguas subterráneas, cueva de cristalerías, la de los ecos, axila de guacamayas azules; entre las cuatro grutas sin salida, el llueve pies y pies y pies alucinantes de Tamachín y Chitanam, Matachines de Machitán.
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