Ciudad de Guatemala, 9 jun (AGN).- El Sombrerón recorre los portales… Sí El Sombrerón, la leyenda que salió de la pluma del inmortal Miguel Ángel Asturias. Es el mismo espanto que calza botas de plata… que hace trenzas en las crines de los caballos.
Esta leyenda, como el resto de su obra, cobra vida en los 50 años del fallecimiento y 125 del nacimiento de nuestro premio Nobel.
Es El Sombrerón de las Leyendas de Guatemala, un libro de lectura universal y casi obligatoria.
Entre sus leyendas y como mezcla de metáforas, Asturias describe el nacimiento de este personaje diabólico en el germen de una simple pelotita de hule blanco…
Y muestra el nacimiento del Sombrerón precisamente en un lugar de recogimiento y oración, poblado por monjes más dados a la ciencia que la oración:
En aquel apartado rincón del mundo, tierra prometida a una reina por un navegante loco, la mano religiosa había construido el más hermoso templo al lado de la divinidades que en cercanas horas fueran testigo de la idolatría del hombre —el pecado más abominable a los ojos de Dios— y al abrigo de los tiempo de montañas y volcanes detenían con sus inmensas moles.
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Y en la vida particular de un monje, alejado de los demás, absorto en sus propios pensamientos:
El Monje vivía en oración dulces y buenos días, cuando acertó a pasar, por la calle que circunda los muros del convento, un niño jugando con una pelotita de hule. Y sucedió…
Y sucedió, repito para tomar aliento, que por la pequeña y única ventana de su celda, en uno de los rebotes, colose la pelotita.
Y según Asturias, el religioso se enamora de la pelotita, no quiere dejarla ni de día ni de noche… ¿Y si fuera el mismo Satanás?
El Gran Moyas pinta esta escena como el encanto, el embrujo de una persona sobre otra… o de lo sobrenatural sobre la carne flácida y pecadora.
Hacia la realidad
Y sucedió que una mujer pidió al monje que le sacara los evangelios a su hijo, desecho en llanto desde que perdió en el convento una pelotita de hule (¿Y si fuera Satanás?).
Y todo fue correr con hábito y todo para deshacerse de la dichosa, pelotita, que era tan blanca, tan amorosa. El monje se había enamorado de ella…
Y todo fue correr:
El monje se detuvo de la puerta para no caer del susto, y, dando la espalda a la madre y al niño, escapó hacia su celda, sin decir palabra, con los ojos nublados y los brazos en alto.
Llegar allí y despedir la pelotita, todo fue uno.
—Lejos de mí, Satán! ¡Lejos de mí, Satán!
Y rebote tras rebote la pelota encontró sitio en la cabeza de aquel muchachito (¡Tan ágil… tan blanca!):
La pelota cayó fuera del convento —fiesta de brincos y rebrincos de corderillo en libertad— y, dando su salto inusitado, abriose como por encanto en forma de sombrero negro sobre la cabeza del niño, que corría tras ella. Era el sombrero del demonio. Y así nace al mundo el Sombrerón.
Y esta leyenda, de la tinta-pluma de Asturias, forma de Leyendas de Guatemala, como un legado para la literatura universal.
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