Por Isaac Ramírez
Ciudad de Guatemala, 7 oct (AGN).- Hace 134 años, en octubre de 1888, se celebró por primera vez en Guatemala el Mes del Rosario, como una iniciativa del fraile dominico Julián Raimundo Riveiro y Jacinto.
La fiesta fue instituida en 1883 por el papa León XIII, como un homenaje al triunfo del rosario, representado en la advocación de Nuestra Señora del Rosario, y desde entonces se difundió a nivel mundial.
Riveiro y Jacinto era de Cobán, Alta Verapaz. Fue nombrado párroco del templo de Santo Domingo y luego arzobispo de Guatemala en 1914. Él se encargó de difundir la devoción entre niños y adultos, como una herencia de los frailes dominicos, quienes utilizaron dicha tradición como una forma evangelizadora desde la Colonia.
Aunque todo octubre es dedicado a la Señora del Rosario, el día principal es el 7, para recordar la victoria de las tropas cristianas sobre los turcos en la Batalla de Lepanto, en 1571.
Según la tradición, el triunfo se atribuyó a la intercesión de María, conocida entonces como Nuestra Señora de las Victorias y luego como Nuestra Señora del Rosario.
Devoción colonial
En 1559 se fundó en el país la primera cofradía dedicada a la promoción del rosario. El dominico Lope de Montoya encargó a los orfebres Nicolás Almaina, Lorenzo Medina y Pedro de Bozarráez una imagen de dos varas de alto de la Virgen del Rosario, la cual fue entregada entre 1580 y 1592.
Esta imagen, hecha toda de plata fundida y encarnada, está en el altar mayor del templo de Santo Domingo y fue reconocida como patrona de Guatemala desde el siglo XIX. La talla sorprende por su estilo renacentista, con un Niño Dios de estilo barroco en brazos y el rostro bellamente encarnado.
En 1934 recibió la coronación pontificia y en 1995 fue consagrada. El templo de Santo Domingo fue elevado a basílica menor en 1970, la cual fue dedica a la Virgen del Rosario.
La imagen está engalanada con corona real, una chispa de plata y la luna bajo sus pies.
Cada octubre, miles visitan la basílica, ubicada en el convento de los dominicos, en la 12 avenida y 10a. calle de la zona 1.
Además de la visita a la Virgen, es una oportunidad para que familias enteras degusten platillos y dulces típicos propios de la época.
Dicha tradición se ha mantenido de forma ininterrumpida, a pesar de terremotos, conflictos sociales o la pandemia de COVID-19.
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