Ciencia, 19 feb (AGN).- El lenguaje hablado y su origen continúa siendo un verdadero misterio, revela EFE en una nota de ciencia.
Nuestros parientes antropológicos cercanos tenían partes en la garganta y los oídos que podrían haber permitido hablar y oír el lenguaje hablado. Así, se piensa en la capacidad de hablar como una propia de los seres humanos.
En tal sentido, científicos de la Universidad Rockefeller descubrieron un variante proteínica exclusiva de los humanos (la I197V) posiblemente ligada a la capacidad de hablar y articular el lenguaje.
En el estudio, publicado este martes en Nature Communications, el equipo descubrió que al introducir en ratones esta variante exclusivamente humana de NOVA1 -una proteína del cerebro que se une al ARN y que es crucial para el desarrollo neuronal- se alteraban sus vocalizaciones al llamarse entre sí.
El estudio también confirmó que ni los neandertales ni los denisovanos tenían la variante I197V.
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Este gen forma parte de un cambio evolutivo radical en los primeros humanos modernos y apunta a posibles orígenes antiguos del lenguaje hablado, defiende Robert B. Darnell, jefe del Laboratorio de Neurooncología Molecular de la Universidad de Rockefeller.
Concluye:
NOVA1 puede ser un ‘gen del lenguaje’ humano de buena fe, aunque ciertamente es sólo uno de los muchos cambios genéticos específicos de los humanos.
Tres décadas de desarrollo
Las adaptaciones anatómicas del tracto vocal y las redes neuronales hacen posible nuestras capacidades lingüísticas pero su origen genético todavía no es bien conocido.
NOVA1 podría ser uno de los genes implicados. Este gen produce una proteína de unión a ARN específica de las neuronas, clave para el desarrollo cerebral y el control neuromuscular y se encuentra en una amplia franja de la biosfera, desde mamíferos a aves, pero no en los humanos.
Los humanos tenemos la variante I197V en la cadena proteica.
En el estudio actual, el equipo usó la edición genética CRISPR para sustituir la proteína NOVA1 común en ratones por la variante humana I197V.
Así descubrieron que la variante humana no tenía ningún impacto en la unión del ARN relacionado con el desarrollo neuronal o el control motor.
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