Ciudad de Guatemala, 4 feb (AGN).- Han pasado 49 años desde que ocurrió el fatídico terremoto del 4 de febrero de 1976.
Veintitrés mil muertos y más de 70 mil lesionados fueron reportados oficialmente un mes después del cataclismo. Además, Guatemala vivía el conflicto armado interno, lo que agravó la situación.
Ya la capital de la joven República de Guatemala había sobrevivido a los terremotos de 1917-18. Un poco más de medio siglo después tanto la capital como varios departamentos prácticamente fueron borrados del mapa.
Apoyo y ánimo
Miles de toneladas de alimentos y ayuda humanitaria vinieron de muchas partes del mundo. Para recibir y canalizar dicho apoyo, se creó el entonces Comité Nacional de Emergencia (CONE).
El entonces presidente, el general Kjell Laugerud García, informó por medio de un comunicado que el terremoto causó graves daños materiales y humanos en todo el país.
Parte del comunicado decía lo siguiente:
El siniestro ocurrió en todo el territorio nacional, causando pérdida de vidas, heridos y daños materiales cuyo número y cuantía están siendo establecidos. Los informes preliminares indican que los muertos, tanto en la ciudad capital como en el interior del país, sobrepasan las 400 personas.
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El comunicado informaba que la situación de la capital era así:
En la capital de la república los mayores daños materiales y en vidas ocurrieron en la zona 3 (o antiguo barrio El Gallito), y en las zonas 5 y 6. En el interior del país, los daños de mayor magnitud se han produccido en Salamá, Baja Verapaz; San Pedro Ayampuc y San Juan Sacatepéquez, en el departamento de Guatemala.
Mensaje arzobispal
El cardenal en 1976, arzobispo de Guatemala, monseñor Mario Casariego y Acevedo, hizo en esa fecha fatídica una exhortación a los guatemaltecos:
No debemos de asustarnos de esta dura prueba. Tengamos fe en el Señor, invoquemos a la Virgen de la Asunción, a la madre del Rosario, y a la Virgen de Guadalupe, para que el Señor nos pueda ayudar.
Tanto autoridades civiles como militares y religiosas visitaron hospitales y puesto de emergencia habilitados para atender a heridos y desamparados.
Destrucción focalizada
La mayoría de muertes y destrucción ocurrió en departamentos del centro del país. Así, por ejemplo, Chimaltenango, Guatemala y El Progreso llevaron la peor parte.
A casi medio siglo de distancia de ese 4 de febrero, la fisonomía de las ciudades cambió para siempre. En tal sentido, podemos mencionar que surgieron ciudades nuevas como Chimaltenango y Guastatoya, cabecera de El Progreso.
Además, cambió el fenómeno de la migración interna. Muchas familias desplazadas por el cataclismo en los departamentos se asentaron en la periferia capitalina.
Nada volvió a ser igual después de aquellos 35 segundos mortales para Guatemala. La construcción con materiales tradicionales como el adobe dio paso al uso masivo del block, el cemento y el hierro. Las ciudades surgieron con más auge pese a la gran cantidad de muertos.
¡Visión de Ciudad!
Nuestra ciudad está en constante crecimiento, por eso; con #VisionDeCiudad trabajamos para fomentar más oportunidades de empleo, avanzar con mejores servicios y ampliar el sistema de transporte para conectar a nuestros vecinos con sus familias y sueños.… pic.twitter.com/HbU35eHr4S
— Ricardo Quiñónez (@RQuinonezL) January 31, 2025
Poblados como San Martín Jilotepeque, Sumpango, Patzicía y San Lucas Sacatepéquez, entre otros, prácticamente surgieron de nuevo a la vida.
Casi medio siglo después, Guatemala vuelve los ojos a esos momentos. Quienes tienen más de 50 años de edad formaban entonces la generación de niños y adolescentes del país. Varias generaciones después vale la pena recordarles a los más pequeños el impacto causado por el terremoto de 1976.
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ir/dm