Ciudad de Guatemala, 21 may. (AGN).– Cada semana, el terreno del huerto comunal en San José Obrero, Esquipulas, Chiquimula, se transforma en un escenario de esfuerzo y entusiasmo.
Desde tempranas horas, un grupo de mujeres comprometidas se da cita para cuidar y cosechar productos que no solo alimentan a sus familias, sino que también fortalecen la economía local.
Este espacio se ha convertido en una fuente de motivación y oportunidades para quienes ven en la agricultura una alternativa de vida.
La iniciativa forma parte del programa Agrovida, promovido por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA). Esta estrategia busca consolidar la agricultura familiar mediante la conexión entre producción agrícola, ahorro y crédito comunitario.
El enfoque no solo está orientado a la producción, sino también al desarrollo sostenible y a la autonomía económica de las comunidades rurales. La venta directa al consumidor es una de las características que más valoran los habitantes de la comunidad.
Blanca Valenzuela, quien lidera este proyecto, asegura que han logrado una conexión especial con los compradores:
Nosotros permitimos que ellos mismos seleccionen y arranquen los productos del huerto. Eso ha generado una relación de confianza y cercanía.
Además, esta práctica ha derivado incluso en gestos espontáneos de agradecimiento, como propinas, lo que refuerza la motivación de las participantes.
Con #Agrovida se transforma la vida de las mujeres guatemaltecas y su comunidad. Conozca la historia de doña Blanca Valenzuela, agricultora de la aldea Suquinay en #Jalapa, #Guatemala. 🌱🥬#ElPuebloDignoEsPrimero pic.twitter.com/nKunHRQqN8
— MAGA Guatemala (@MagaGuatemala) May 19, 2025
Cosecha diversa y sostenible
Entre los cultivos que ofrecen se encuentran hortalizas como lechuga colocha, remolacha, cebollín, puerro, chile jalapeño, acelga, repollo y cilantro. Todo se cultiva de manera cuidadosa por parte mujeres provenientes de distintas comunidades del municipio, quienes se turnan para mantener el huerto y atender a los clientes.
Eugenia Vásquez, otra de las lideresas, resalta el vínculo emocional con el huerto. Despertar temprano para regar las plantas es algo que me llena de alegría. Es una forma de sentirme viva y útil”, expresa.
Cada jornada de venta se convierte en una pequeña celebración comunitaria, en la que el trabajo, la fe y la satisfacción personal se entrelazan.
Con visión de sostenibilidad, las mujeres involucradas han creado un fondo de ahorro comunitario con las ganancias obtenidas. Este mecanismo les permite pensar a largo plazo y proyectar mejoras para el huerto y para sus familias.
El huerto de San José Obrero no solo alimenta, también empodera. Se trata de una experiencia comunitaria que demuestra cómo la organización, el compromiso y el respaldo institucional pueden transformar vidas desde la raíz.
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