Ciudad de Guatemala, 13 jun (AGN).- En el segundo Congreso Regional Penitenciario, Steven Dudley, director de Insight Crime, presentó un análisis profundo sobre el crimen organizado en las cárceles de Latinoamérica. Su exposición se basó en una serie de historias impactantes que reflejan la complejidad y el alcance del problema.
Según Dudley, las realidades de las naciones latinoamericanas ilustran cómo las organizaciones criminales más poderosas en las cárceles latinoamericanas basan su control en su capacidad para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros, más allá de la violencia. Estas bandas funcionan como redes sociales, proporcionando apoyo y estructura a individuos que han experimentado rupturas familiares y abuso.
En las últimas tres décadas, la población carcelaria en América Latina ha crecido exponencialmente. Países como Brasil, Guatemala y El Salvador han visto incrementos de hasta 688 % en su población reclusa. Este crecimiento ha llevado a una sobrepoblación que agrava las condiciones de vida en las prisiones y facilita la expansión del control de las bandas.
Dudley subrayó como ingrediente para el éxito de estos modelos a la deficiencia del Estado para satisfacer necesidades básicas como alimentación y acceso al agua, lo que permite que las bandas se aprovechen y llenen estos vacíos para incrementar sus filas. En El Salvador, por ejemplo, las pandillas proporcionan alimentos suplementarios y otras necesidades esenciales. La falta de programas de rehabilitación y trabajo en las cárceles también contribuye a la perpetuación del ciclo del crimen.
El caso de Byron Lima en Guatemala
Dudley comenzó su ponencia relatando su visita a la Granja de Rehabilitación Penal Pavón, en Guatemala, donde conoció a Byron Lima, un exkaibil convertido en líder dentro de la prisión. Lima era una figura carismática, capaz de dominar cualquier espacio con su presencia. Su inteligencia y habilidades para formar alianzas lo convirtieron en un personaje clave dentro del sistema penitenciario.
Lima se congració con la administración penitenciaria, utilizando sus conexiones militares para obtener recursos y establecer un centro educativo dentro de la cárcel, llamado Génesis. Aquí, los reclusos recibían clases de diseño gráfico, geografía y estudios de idiomas, entre otros. En la parte trasera del penal, había granjas donde se criaban cerdos, patos y gallinas. La influencia de Lima era tan grande que incluso logró salvar la vida de un recluso enfermo al forzar la apertura de la enfermería con un hacha.
El terror de “Bruno” en El Salvador
Otra historia se desarrolló en El Salvador, donde Dudley habló sobre Norman, un miembro de la MS-13 encarcelado en Mariona, la prisión más grande del país, en el año 2000. Al llegar, Norman fue brutalmente agredido por los soldados de un líder conocido como Bruno. La violencia sexual era una herramienta de control y terror, lo que llevó a la MS-13 a organizarse y eventualmente tomar control de la prisión, estableciendo reglas estrictas, incluida la prohibición de la violación.
El PCC en Brasil
La tercera historia tuvo lugar en Brasil, donde Dudley entrevistó a una jueza encargada de supervisar las condenas y encarcelamientos. En esta nación, el Primer Comando de la Capital (PCC) se había convertido en una poderosa organización dentro y fuera de las cárceles. El PCC no solo cobraba cuotas a sus miembros, sino que también ofrecía beneficios significativos, como protección para sus familias y asistencia durante las visitas. Este sistema fortaleció la estructura del PCC, permitiéndole mantener un control firme tanto dentro de las prisiones como en las calles.
Inicia el tercer día del Congreso Regional Penitenciario, donde se realizarán las últimas conferencias y los diferentes países darán a conocer el funcionamiento del Sistema Penitenciario pic.twitter.com/FBCMvpaklW
— Lincy Rodriguez (@LincyRodriguezg) June 12, 2024
El rol de los guardias
El crecimiento de la población carcelaria no ha sido acompañado por un aumento proporcional en el número de guardias. En El Salvador, antes de la administración de Bukele, había aproximadamente 20 reclusos por cada guardia. Este desequilibrio no solo aumenta la violencia dentro de las prisiones, sino que también permite que las bandas ejerzan un control considerable.
Paradójicamente, en algunos casos, la presencia dominante de una pandilla puede reducir la violencia diaria en las cárceles. En El Salvador y Brasil, pandillas como la MS-13 y el PCC prohíben la violación, ejerciendo un control que disminuye la violencia interna. Sin embargo, este control también facilita la extensión de actividades criminales fuera de las cárceles.
Implicaciones del encarcelamiento masivo
El encarcelamiento masivo no ha llevado a una disminución del crimen. En lugar de eso, ha creado un ciclo vicioso donde los exconvictos, incapaces de encontrar empleo, son reincidentes y alimentan las filas de las pandillas. Este flujo constante entre el mundo exterior e interior de las cárceles fortalece las organizaciones criminales.
Los grupos criminales en las cárceles han creado sistemas complejos para satisfacer las necesidades de sus miembros. El PCC, por ejemplo, tiene comités especializados para gestionar desde suministros básicos hasta asistencia legal y logística para visitas familiares. Este sentido de comunidad y estructura es una respuesta a la deficiencia del Estado.
El análisis de Dudley concluye que la competencia entre el Estado y las organizaciones criminales por satisfacer necesidades básicas es una maratón, no una carrera de 100 metros. La capacidad del Estado para cubrir de manera efectiva y justa estas necesidades determinará su éxito en reducir el poder de las bandas dentro y fuera de las cárceles. Sin embargo, la negligencia y la falta de recursos continúan alimentando un ciclo que refuerza el control de las pandillas. La pregunta crucial es cómo cambiar este escenario, un desafío que requerirá tiempo, recursos y una estrategia integral.
Lea también:
Alberto Vollmer: Transformando la realidad penitenciaria con el Proyecto Alcatraz
lr/dc/dm