Ciudad de Guatemala, 27 oct. (AGN).- El artista Benvenuto Chavajay, nacido en 1978 y originario de San Pedro La Laguna, Sololá, dio un paso más en su trayecto en busca de la devolución de la dignidad al pueblo tz’utujil, con la develación de un facsímil (réplica) del Códice de Madrid en la cancha municipal de su tierra natal, para devolver la sabiduría ancestral que conserva este escrito a los descendientes de los abuelos.
Este es tan solo uno de los pasos de Chavajay en su camino, al cual llama El retorno de las almas, en honor a las creencias de su pueblo. Este sendero, en el cual ha trabajado 15 años, consiste en identificar, rectificar y dignificar símbolos u objetos que están perdidos (pertenecientes a los pueblos originarios) debido a la estocada de la colonización y su efecto en la pérdida de las memorias de los abuelos.
El Códice de Madrid guarda conocimientos de la cosmogonía maya, basada en el cholq’ij, el calendario sagrado de 260 días, por lo que Chavajay, tras su visita al Museo de América, en Madrid, España, lideró esfuerzos para que los descendientes del pueblo maya, tanto de Guatemala como de México, puedan tener más cerca este saber ancestral como una señal para la devolución de la dignidad de los pueblos.
A nosotros no nos vinieron a descubrir, sino a cubrir nuevamente. Con el códice, tenemos que descubrirnos… nuestra dignidad como parte de la historia está lastimada. La idea es desempolvar y sanar nuestra historia.
El 12 de octubre, el artista visual contemporáneo acompañó a los pobladores en la apreciación de la réplica del sagrado libro maya. Acompañado de sacerdotes y curanderos mayas, Chavajay busca que las nuevas generaciones retomen el respeto por los ancestros y vean la importancia de luchar por la dignidad de los pueblos.
Pasos recorridos
Según Chavajay, quien se percibe como un aq’omaneel (un sanador maya que utiliza la medicina ancestral o la música), avanza en su propio sendero con la misión de que los objetos sagrados y la dignidad dispersos de los pueblos deben regresar al ombligo, considerado el centro del todo, donde yace el alma.
Desde tiempo atrás, Chavajay trabaja bajo esta mística, y se ve reflejado en proyectos como el impulso del cambio del nombre del estadio nacional, de Mateo Flores a Doroteo Guamuch; así como el retorno de la silla de Atanasio Tzul desde la ciudad capital hasta Totonicapán.
De igual manera, ha expresado su forma de arte en la pintura, una de sus especialidades. En la fachada de la Municipalidad de San Pedro La Laguna imprimió la esencia de la dignidad, el legado de los abuelos, por medio de una obra llena de símbolos importantes, como una casa con una paloma encima, en referencia al poema La huida de las vírgenes, del poeta tz’utujil Luis Batz, en el cual las jóvenes se convirtieron en palomas blancas al saltar a un barranco para no ser tomadas por los colonos, y la casa de adobe en honor a los olores y sabores ancestrales de la tierra.
Arte para sanar
Parte de su arte se basa en la creencia de que todo tiene alma y conciencia, por lo que toma chunches y los transforma para darles una segunda oportunidad a objetos que ya no tienen ni un sentido y los identifica, rectifica y dignifica, este último paso lo considera el arte en sí.
En una entrevista con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el aq’omaneel aseguró que los pueblos sufrieron el despojo de las almas en la conquista, por lo que se habla de la herida y no la herencia de los pueblos.
Sin embargo, dijo que abraza la herida para sanar.
Y parte de su sendero lo llevó a usar su piel para representar la lesión a los pueblos. En las plantas de los pies, se grabó los nombres de cuatro libros sagrados: Popol Wuj, Chilam Balam, Rabinal Achí y el Memorial de Sololá, para recordar mientras avanza.
Retorno de la dignidad con los nombres y apellidos originarios
Asimismo, se tatuó la cédula de Doroteo Guamuch Flores en la espalda en su lucha para el cambio de nombre del estadio nacional, dado que, afirmó, los no indígenas simplificaban los nombres y apellidos de los suyos al no tener la capacidad de pronunciarlos adecuadamente.
A esto sumó como ejemplo el cambio de apellido en su familia materna, ya que su progenitora recibió el apellido González en lugar de Ixtetelá. Esto, según narró, un trabajador municipal (no indígena) cambió por mayor facilidad en la cédula de su abuelo, quien la cambiaba constantemente por los sellos que le ponían en su documento para acreditarle sus vacas, y sus abuelos no pudieron hacer nada dado que no sabían leer ni escribir. Como resultado, dos de los cuatro hijos de sus abuelos tienen apellido González en lugar de Ixtetelá, incluyendo la mamá de Benvenuto Chavajay. En respuesta, se tatuó el apellido real tal como lo trazó su progenitora sobre un boceto.
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