Redacción Ciencia, 25 jun (EFE).- Cada primavera, millones de polillas bogong emprenden un largo viaje de mil kilómetros por Australia, desde las planicies de Queensland y Nueva Gales del Sur hasta los Alpes australianos donde pasan el verano en hibernación. Al despertar, regresan a las cálidas tierras del este para aparearse y morir.
Aunque se sabía que estos invertebrados -al igual que los pájaros- se ayudan del campo magnético de la Tierra para hacer este épico y nocturno viaje, cómo se orientaban era uno de los grandes misterios de la naturaleza. Hasta ahora.
Un estudio publicado este miércoles en la revista Nature ha descubierto que las polillas bogong (Agrotis infusa) usan las constelaciones de estrellas y la Vía Láctea para orientarse, un tipo de navegación que solo se había observado en los seres humanos, algunas aves y posiblemente las focas.
El estudio revela que estas polillas combinan la navegación celeste con el campo magnético terrestre para localizar un destino concreto que no han visto jamás: las frescas cuevas de las montañas Nevadas, donde pasarán el verano.
Dirigida por científicos de la Universidad de Lund (Suecia), la Universidad Nacional de Australia (ANU) y la Universidad de Australia Meridional (UniSA), la investigación ha resuelto uno de los grandes misterios migratorios de la naturaleza, que cada año protagonizan unos cuatro millones de polillas.
Imponente y majestuosa; un águila clava. pic.twitter.com/PkcLnILIYa
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Sabíamos que algunas aves e incluso los seres humanos podían utilizar las estrellas para navegar largas distancias, pero esta es la primera vez que se ha demostrado en un insecto, destaca Eric Warrant, de la Universidad de Lund e investigador en la ANU.
Estas polillas son increíblemente precisas. Usan las estrellas como brújula para guiarse a lo largo de grandes distancias, ajustando su rumbo en función de la estación y la hora de la noche, comenta el investigador.
Un viaje de mil kilómetros
Para hacer el estudio, los autores capturaron algunas pollas al inicio de sus migraciones primaverales u otoñales y las colocaron en un simulador de vuelo que recreaba los cielos nocturnos naturales y que tenía el campo magnético terrestre bloqueado. El objetivo era ver cómo se orientaban en diferentes condiciones del cielo.
Cuando se les presentó un cielo estrellado natural, las polillas volaron sistemáticamente en la dirección migratoria correcta para la estación: hacia el sur en primavera y hacia el norte en otoño. Y cuando el cielo estrellado se giraba 180 grados, las polillas siguieron orientándose bien.
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ir/dm