Ciudad de Guatemala, 11 sep (AGN).- La Real Academia Española (RAE) compartió en Twitter, la semana pasada, el homenaje al escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias debido a la edición conmemorativa de la novela “El Señor Presidente”.
“’El Señor Presidente’, de Miguel Ángel Asturias, nueva edición conmemorativa”, titula la RAE en su sitio con el anuncio de la edición de la novela del escritor, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1967.
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Detalles
La edición fue elaborada por la RAE, la Asociación de Academias de la Lengua Española, la Academia Guatemalteca de la Lengua y la editorial Alfaguara.
La academia española se refiere a la obra maestra de Asturias como “una novela fundamental del siglo XX, que abrió camino a todos los autores del boom”.
«El señor presidente», obra maestra de Miguel Ángel Asturias (Nobel de Literatura en 1967), llega de nuevo a las librerías de la mano de la RAE, @ASALEinforma, @AGLGuate y @alfaguara_es, en una nueva entrega de la colección Ediciones Conmemorativas: https://t.co/vUfiWf8yWY. pic.twitter.com/GB4MRhSoR0
— RAE (@RAEinforma) September 7, 2020
Viene con textos
“El Señor Presidente” contiene textos de los escritores Arturo Uslar Pietri (venezolano); Darío Villanueva Prieto y Luis Mateo Díez (españoles); Sergio Ramírez (nicaragüense); Gerald Martin (inglés); Mario Vargas Llosa (peruano); Lucrecia Méndez de Penedo y Anabella Acevedo (guatemaltecas).
La novela
Asturias escribió “El Señor Presidente” entre 1920 y 1933 y fue publicada en 1946. Se inspiró en el gobierno de Manuel Estrada Cabrera (presidente de Guatemala de 1898 a 1920).
Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, se refirió al escritor guatemalteco: “Asturias es reconocido como uno de los autores más brillantes de la literatura universal y precursor del llamado boom hispanoamericano”.
Fragmento
La novela comienza con una onomatopeya en referencia al repique de las campanas en la Catedral.
“El Señor Presidente”
…¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre! ¡Alumbra, lumbre de alumbre, sobre la podredumbre, Luzbel de piedralumbre! ¡Alumbra, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbre…, alumbra…, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbre…, alumbra…, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbra, alumbre…!
Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del mercado, perdidos en la sombra de la Catedral helada, de paso hacia la Plaza de Armas, a lo largo de calles tan anchas como mares, en la ciudad que se iba quedando atrás íngrima y sola.
La noche los reunía al mismo tiempo que a las estrellas. Se juntaban a dormir en el Portal del Señor sin más lazo común que la miseria, maldiciendo unos de otros, insultándose a regañadientes con tirria de enemigos que se buscan pleito, riñendo muchas veces a codazos y algunas con tierra y todo, revolcones en los que, tras escupirse, rabiosos, se mordían. Ni almohada ni confianza halló jamás esta familia de parientes del basurero. Se acostaban separados, sin desvestirse, y dormían como ladrones, con la cabeza en el costal de sus riquezas: desperdicios de carne, zapatos rotos, cabos de candela, puños de arroz cocido envueltos en periódicos viejos, naranjas y guineos pasados.
En las gradas del Portal se les veía, vueltos a la pared, contar el dinero, morder las monedas de níquel para saber si eran falsas, hablar a solas, pasar revista a las provisiones de boca y de guerra, que de guerra andaban en la calle armados de piedras y escapularios, y engullirse a escondidas cachos de pan en seco. Nunca se supo que se socorrieran entre ellos; avaros de sus desperdicios, como todo mendigo, preferían darlos a los perros antes que a sus compañeros de infortunio”.
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AGN. km/dm