Ciudad de Guatemala, 27 dic (AGN).- Pese a la precariedad en la que viven los científicos en Portugal, un grupo de investigadores de la Universidad de Coimbra ha logrado desarrollar un mecanismo de bajo coste para detectar basura espacial, que puede salvar las vidas de los astronautas.
Con la llamada new space economy (nueva economía del espacio), que consiste en la comercialización de la exploración espacial con la participación de empresas privadas, hay cada vez más satélites en órbitas bajas. Estos se encuentran a menos de mil kilómetros de la Tierra y, en consecuencia, más basura, lo que puede ser un peligro para los astronautas y las estaciones en la exosfera.
Minicámaras
Nuno Peixinho, astrónomo de la Universidad de Coimbra, forma parte del equipo de seis personas que está desarrollando este sistema de bajo coste para detectar basura espacial. Peixinho explica que el mecanismo consiste en minicámaras que toman imágenes y que por medio de algoritmos calculan el rastro que dejan los satélites.
El proyecto, del doctorando Joel Filho, compañero de Peixinho, ha ganado una subvención de 90 mil euros de la Agencia Espacial Europea Agencia (ESA). Ahora los científicos esperan tener para 2024 el código que haga funcionar la minicámara, que sería enviada a la exosfera en 2025.
El prototipo será lanzado al espacio en uno de los satélites de Geosat, indica Peixinho, quien destaca que el coste de la cámara con todo el equipo sería de menos de 10 mil euros.
Este es un sistema barato para identificar la basura espacial que cada vez es más frecuente en las órbitas bajas. Actualmente, por 50 mil o 100 mil euros se puede mandar un cubesat, (un minisatélite) usando una lanzadera desde la que se pueden enviar varias cosas a la vez.
Peixinho pone como ejemplo los satélites Starlink del magnate Elon Musk y otros similares que crean redes enormes de constelaciones satelitales que prestan servicios de internet y comunicaciones: Se ha descubierto que es más barato tener muchos satélites bajos para ayudar a la cobertura de red que tenerlos más alto durante mucho tiempo.
Basura espacial aumenta
El problema es que estos artefactos suelen generar basura, es decir, siempre hay cosas que dejan los satélites, bien porque en el lanzamiento salga un poco de tinta o algún fragmento, dice el investigador. Añade que cuando el aparato deja de estar operativo acaba también convirtiéndose en desecho espacial.
Cuando un objeto está en órbita las velocidades son muy grandes, lo típico es que sean de entre 7 y 9 kilómetros por segundo en las más bajas. Por ello, el impacto de algo tan pequeño como una cabeza de alfiler puede equivaler al proyectil de una pistola.
Se calcula que debe de haber unas 35 mil piezas de desecho de más de 10 centímetros de diámetro, de las que se conoce el 90 % de sus órbitas. Entre tanto, hay un millón con diámetros de entre 1 y 10 centímetros, cuya ubicación se desconoce, y 130 millones de entre 1 milímetro y 1 centímetro aún por rastrear.
De ahí que para los astronautas sea vital saber dónde está la basura cuando van a hacer operaciones fuera de la estación (espacial), detalla el científico. También es útil para que el resto de satélites puedan esquivar el objeto, que podría causarles daños, añade.
De esa cuenta, es habitual que lugares como la Estación Espacial Internacional hagan maniobras para evitar la basura.
No detectan objetos pequeños
Según Peixinho, actualmente se pueden rastrear los desechos con radares y telescopios terrestres. Sin embargo, estos sistemas están limitados por su sensibilidad, con lo que no pueden detectar todos los objetos.
Los investigadores de la Universidad de Coimbra están desarrollando este proyecto, pese a que es posible que algunos de ellos no lo vea acabado debido a la precariedad laboral que viven los científicos en Portugal, donde los contratos tienen una duración determinada.
Por ejemplo, en el caso de Peixinho, su contrato concluirá en diciembre de 2024 y no tiene garantías de que vaya a poder continuar. Esta es una situación habitual en Portugal, donde no todos los investigadores que comienzan un proyecto llegan a ver su final.
En los próximos dos años hay unos 3.500 o 3.600 investigadores con contratos de duración determinada que van a finalizar, lamenta el astrónomo. Agrega que que Portugal invierte en 1.6 % de su PIB en investigación científica, por debajo de la media europea, que es del 2.23 %. EFE
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