Puerto Williams, Chile, 24 may (EFE).- El castor americano está arrasando con bosques nativos del sur de Chile, contribuyendo así a la crisis climática.
Esta especie mide solo 75 centímetros de largo y es un entrañable ícono en muchas zonas de Norteamérica.
Sin un depredador que lo cace, el castor se ha reproducido en pocas décadas de forma exponencial. Ahora representa una devastadora plaga que amenaza la Patagonia chilena y argentina.
Los bosques de la Patagonia retienen por hectárea casi el doble de carbono que el Amazonas.
Especie introducida
La Corporación Nacional Forestal (Conaf) estima que solo en la austral Tierra del Fuego hay entre 65 mil y 110 mil ejemplares.
El castor fue introducido en la década de 1940 en Argentina para fomentar la industria peletera (confección con pieles).
Es considerado un genio de la ingeniería: talla árboles con sus dientes y crea presas de más de un metro de altura y de hasta 100 metros de longitud, inundando terrenos en los que sitúan sus madrigueras, con entradas subterráneas.
Desde la liberación de 10 parejas de #castores en 1946, se estima la existencia de + de 168 mil individuos entre Chile y Argentina. Según Julio Salas, modificaron el ecosistema subantártico: "Talan árboles para construir represas lo que desvía corrientes e inunda bosques"
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— Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) (@centrochic) May 16, 2023
Bomba de gases de efecto invernadero
El bosque nativo chileno tiene por superficie casi el doble de capacidad que la jungla amazónica para almacenar el carbono de la atmósfera, según un estudio liderado por la Universidad de Chile.
Sin embargo, la degradación provocada por el castor no solo frena esa absorción, sino que convierte los árboles muertos en una bomba de gases de efecto invernadero.
Al cubrir con agua zonas boscosas, los árboles que siguen en pie mueren ahogados, caen y se pudren. Esto se convierte en un proceso que emite grandes cantidades de metano a la atmósfera, un gas mucho más contaminante que el CO2.
Cada granito al final del día suma. El extremo austral de Chile es una zona particular porque está muy al sur en una zona subantártica, alberga bosques milenarios y tiene una influencia directa en el agujero de la capa de ozono, explicó Julio Salas, investigador en el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) de México.
Magallanes, una esponja de carbono
Junto a los bosques nativos, la región de Magallanes alberga otro ecosistema con gran capacidad de capturar carbono y mitigar el cambio climático. Las turberas, un tipo de humedal en el que se amontonan desde hace milenios varios metros de material orgánico sin descomponerse.
Se estima que la región, ubicada a más de 2 mil 200 kilómetros al sur de Santiago, alberga más de 30 mil kilómetros cuadrados de turberas, que crecen cerca de medio milímetro al año por las pequeñas plantas que crecen en su superficie.
Frederic Thalasso, también investigador del CICY, alertó que, si se dejan secar o se explotan para extraer combustible, las turberas tienen capacidad de liberar el equivalente a 200 años de emisiones de gases de efecto invernadero del país.
Si el carbono que albergan las turberas de Chile se liberara, sería algo como 15 gigatoneladas de CO2 liberadas a la atmósfera, agregó.
🗯️¿Qué pasaría si te dijéramos que el equivalente a 38 mil estadios nacionales en la Patagonia fueron devastados por el castor canadiense?
‼️3 8 . 0 0 0 ESTADIOS NACIONALES ‼️‼️
Comparte estas imágenes para mostrar lo que está haciendo la especie invasora en Tierra del Fuego. pic.twitter.com/vVnMZ97KR0
— FAO Chile (@FAOChile) July 3, 2019
Falta más ciencia
Los ecosistemas de las latitudes extremas en ambos hemisferios del planeta comparten muchas características, pero la brecha de las investigaciones hechas en el norte y en el sur del planeta es abismal.
Asimismo, hizo referencia a ese sesgo entre los países ricos y pobres, que muchos expertos llaman colonialismo científico.
El Centro Internacional Cabo de Hornos para Estudios de Cambio Global y Conservación Biocultural (CHIC, en sus siglas en inglés) inauguró el pasado 15 de mayo unas instalaciones en Puerto Williams, la ciudad más austral de Chile.
Tanto Thalasso como Salas coinciden en que sus investigaciones aún son incipientes. Aunque trabajen en ámbitos ya desarrollados en el hemisferio norte, faltan años de ciencia para conocer el impacto concreto de los castores o las turberas del extremo sur latinoamericano a escala global.
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dc/dm