Redacción Ciencia, 24 mar (EFE).- Barritas de chocolate, patatas fritas o de bolsa, ¿por qué es difícil ignorarlas? Científicos han demostrado que los alimentos con alto contenido en grasa y azúcar modifican nuestro cerebro: si se comen regularmente, aunque sean en pequeñas cantidades, el cerebro aprende a consumirlos en el futuro.
Detrás de esta investigación, que se publicó en la revista Cell Metabolism, están científicos del Instituto Max Planck de Investigación del Metabolismo y de la Universidad de Yale.
“Habitual daily intake of a sweet and fatty snack modulates reward processing in humans”@tittgemeyer @danamsmall
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— Cell Press (@CellPressNews) March 22, 2023
Hipótesis y análisis
Partiendo de la hipótesis de que el cerebro aprende la preferencia por esos alimentos, los investigadores reclutaron a 82 voluntarios. De estos, 49 con peso saludable terminaron la intervención completa prevista en el ensayo.
Los dividieron en dos grupos. A uno de ellos, con 26 participantes, se le dio una vez al día y durante ocho semanas un pequeño pudín que contenía altos niveles de grasa y azúcar, además de su dieta normal.
Los otros 23 participantes recibieron un pudín que contenía el mismo número de calorías pero con menos grasa y azúcar.
Los investigadores midieron la actividad cerebral de los voluntarios antes y durante las ocho semanas y concluyeron que el consumo diario de un tentempié con alto contenido en grasa y azúcar altera los circuitos de recompensa en humanos. Asimismo, disminuye la preferencia por los alimentos bajos en grasa y azúcar.
Así, según las observaciones, la respuesta del cerebro a los alimentos ricos en grasas y azúcares aumentó considerablemente en el grupo que comió el pudín rico en azúcares y grasas después de ocho semanas.
Esto activó especialmente el sistema dopaminérgico, la región del cerebro responsable de la motivación y la recompensa.
Reconfiguración
Las mediciones de la actividad cerebral mostraron que el cerebro se reconfigura a sí mismo mediante el consumo de patatas fritas y otros productos del estilo. Por ello, subconscientemente aprende a preferir los alimentos gratificantes.
Durante el período de estudio, los participantes que consumieron el pudín con alto contenido en grasa y azúcar no ganaron más peso que los del grupo de control y sus valores sanguíneos, como el azúcar o el colesterol, tampoco variaron. No obstante, los autores apuntan a la posibilidad de que otros factores metabólicos sí pudieran modificarse.
Las alteraciones cerebrales observadas fueron, según los autores, independientes de los cambios en el peso corporal y los parámetros metabólicos. Esto indica un efecto directo de los alimentos ricos en grasas y azúcares en las adaptaciones neuroconductuales, que podrían, en última instancia, aumentar el riesgo de comer en exceso e incrementar de peso.
Asimismo, los investigadores asumen que la preferencia por los alimentos azucarados y grasos continuaría una vez finalizado el estudio.
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