Ciudad de Guatemala, 21 may. (AGN).– Carlos Roberto Molina Mencos es una de las figuras relevantes en la historia de Guatemala, especialmente por su participación decisiva en la redacción de la Constitución Política de la República de Guatemala vigente desde 1985. Abogado y notario graduado de la Universidad de San Carlos de Guatemala, su vocación por el derecho constitucional surgió tempranamente durante sus estudios universitarios.
Como él mismo lo expresa, su tesis de graduación fue precisamente sobre la Constitución de ese entonces, anticipando el papel clave que jugaría en la vida política del país.
Yo nací para ser abogado y en tercer año de la escuela me tocó un curso que se llama Derecho Constitucional. Ahí me mataron, me enamoré totalmente de lo que es el derecho constitucional y entendí lo que era una constitución. Entonces mi tesis de graduación de abogado fue (sobre) la Constitución.
Molina Mencos fue electo miembro de la Asamblea Nacional Constituyente representando al Movimiento de Liberación Nacional-Comité de Acción Nacional (MLN-CAN). En las sesiones preparatorias, iniciadas el 25 de julio de 1984, fungió como director de Debates de la Comisión Coordinadora.
El documento constitucional de 1985 hoy continúa siendo el pilar del orden jurídico guatemalteco.
Además de su labor constituyente, ha ocupado el cargo de ministro de Economía y ha fundado una firma legal. Su trayectoria refleja no solo experiencia política, sino una profunda convicción sobre el valor del marco legal en la construcción democrática.
En entrevista, Molina Mencos comparte su experiencia durante la elaboración de la Constitución, abordando temas fundamentales como el consenso político, la inclusión social y la vigencia del texto constitucional.
Una constitución con principios y valores
¿Tuvo su partido una propuesta de constitución o alguna temática que les interesara impulsar en el texto constitucional?
Sí, creo que lo logramos. Nuestro principal objetivo era hacer una constitución, no de legislación de día a día, sino una constitución de principios y valores, que es lo que supone ser una constitución y, además de eso, establecer un sistema democrático de gobierno.
Entonces, esta Constitución es la primera que la elige el pueblo y la eligió con el 85 % de electorado, que fue fabuloso.
¿Con qué fuerzas políticas se pudieron hacer alianzas para impulsar dichos temas o propuestas?
Yo estaba en el Central Auténtica Nacionalista (CAN). Entramos en coalición con el MLN en un principio, pero cuando se empezó había cierta suspicacia sobre temores de los partidos políticos entre sí. Pero, cuando empezaron a darse cuenta todos de que lo que estábamos haciendo era una constitución, lo gigante que es una constitución, lo trascendental que es una constitución, se empezaron a bajar casi todas las diferencias. Entonces hubo una verdadera comunidad constitucional.
Fue muy agradable trabajar ahí.
Clima de armonía en el debate
¿Se vivió un clima de confrontación, de distensión o de armonía entre las diversas fuerzas políticas?
Armonía total. Al principio, como le digo, sí había desconfianza, el tanteo de los inicios, pero eso se acabó y estaban las discusiones como deberían ser.
Alguien proponía que el artículo tal fuera blanco y el otro decía que era negro y se ponía a platicar, pero con argumentos. La mayoría apoyaba el argumento mejor planteado o el que consideramos mejor y por eso es que esta Constitución es tan buena como lo es.
Según su criterio, ¿cuáles fueron los temas que más se discutieron en la Asamblea Nacional Constituyente?
No son los que más se discutieron, pero los que sí, digamos, crearon más debate: el primero, la República. Eso, nadie se dio cuenta de que lo estábamos discutiendo. Algunos sí sabíamos, pero muchos no. Pero era pasar de un Estado pluripersonal, digamos, a un Estado personalista.
La República le genera los derechos humanos y le da a cada ser humano sus derechos y se obliga al Estado a que se los defienda; entonces, si yo empiezo a proteger los derechos de cada uno de mis habitantes, estoy protegiendo a todos. Entonces, eso teníamos que meterlo y sí creo que se metió.
Ronald Reagan lo dijo lindo, mire, ‘el pueblo es el piloto, el Estado es el vehículo’, el piloto le dice al Estado a dónde ir, cuándo ir, en qué velocidad ir y cómo ir. Eso es lo que nosotros estábamos tratando de hacer.
¿Considera que se escucharon y tomaron en cuenta las propuestas que hicieron los diversos sectores de la sociedad?
Totalmente. Todos aquellos que nos pidieron alguna audiencia, todos aquellos que nos enviaron una sugerencia, fueron oídos. No le digo que se citaron todas porque entre ellas venían unas locuras, ¿verdad? Pero sí se oyó a todo mundo. Al que no se oyó es porque no se acercó. Y lo que es más, dos o tres temas, la Constituyente pidió ayuda afuera. Por ejemplo, para el artículo de la libertad de prensa.
¿Considera que hubo presiones de los poderes fácticos (sector privado o militar) para abordar ciertos temas?
No, bueno, tal vez intentaron. El militar, cero. El sector privado siempre trata, pero esta Constitución sí nació en la Asamblea Nacional Constituyente, del diálogo y del consenso, sin lugar a duda.
Principios, no leyes
¿Cuál considera el mayor avance en la temática constitucional en relación con las constituciones anteriores?
Yo diría que la república. Sigo insistiendo en ello. Mire, la Constitución, si usted la lee, es muy congruente con ella misma, no hay contradicciones dentro de ella.
Ahora, ¿qué fue lo que se trató de hacer? Evitar legislar, porque una constitución no legisla, da principios.
¿Considera que se necesitan reformas constitucionales? ¿De qué tipo o sobre qué temas?
No, sí hay cosas que se podrían mejorar. Hay cuatro, cinco cosas, que a mí no me gustan. Yo me opuse a ellas y dejé los votos razonados. Fundamentalmente, no creo que la Constitución le deba de alocar un porcentaje del presupuesto a ciertas entidades, porque deja amarrados a los futuros gobiernos el uso de su presupuesto con toda la libertad. Pero eso no me va a matar.
Entonces, y el tocarla, mire lo que pasó. Se ha intentado tocar cuatro veces (la Constitución). Tres veces ha llegado a consulta popular. Gracias a Dios, en una, nada más, se aprobó. Y las consultas, perdón, y las modificaciones que se aprobaron, totalmente desastrosas para la Constitución, en vez de mejorarla. Entonces, yo no creo en tocarla, es mejor dejarla.
Carlos Molina Mencos defiende con firmeza la vigencia del texto constitucional de 1985, convencido de que se trata de una obra coherente, basada en principios y con un profundo espíritu democrático. Su legado no solo reside en las páginas de la Constitución, sino también en su visión de que el respeto a la ley es el camino hacia una mejor nación. Y lo resume con una frase esperanzadora:
Si realmente respetamos y aplicamos la Constitución, este país será un paraíso.
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