Ciudad de Guatemala, 1 nov (AGN).- Cada 1 de noviembre, las mesas guatemaltecas se llenan de color, aromas y memoria con la preparación del fiambre, uno de los platillos más emblemáticos del país, elaborado en conmemoración del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos.
Más que una receta, el fiambre es un acto de tradición y encuentro familiar que une a generaciones alrededor de un mismo propósito: honrar la vida y recordar a quienes ya partieron. Su origen se remonta a las ofrendas que las familias llevaban a los cementerios, combinando diferentes alimentos en un solo platillo para compartir entre vivos y difuntos.
Con el paso del tiempo, esta costumbre se transformó en una expresión de la gastronomía mestiza guatemalteca, en la cual se mezclan ingredientes, sabores y técnicas tanto indígenas como europeas.

Un platillo de colores, aromas y simbolismos
El fiambre puede prepararse en distintas versiones, ya sea rojo, blanco o verde, pero en todas ellas se combinan embutidos, carnes frías, vegetales encurtidos, quesos, mariscos y aderezos especiales, sumando en ocasiones más de 40 ingredientes. Aunque recientemente aparecieron versiones que diversifican la tradición, como la vegana.
Cada familia guarda celosamente su receta, transmitida de generación en generación, en la cual los sabores se equilibran con precisión y cariño. Por su prevalencia de vegetales encurtidos, la preparación inicia días antes del 1 de noviembre, en reuniones familiares en las que se pican los ingredientes, se cuentan anécdotas y se refuerzan los lazos que dan vida a la tradición.
Por ello, el fiambre es, por tanto, un símbolo de unión y convivencia, en el que cada ingrediente representa la diversidad y riqueza cultural del país.
Patrimonio gastronómico y herencia viva
Nombrado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación en 2019 por el Ministerio de Cultura y Deportes (MCD), el fiambre forma parte de las expresiones que fortalecen la identidad guatemalteca y mantienen viva la memoria colectiva.
En su preparación se mezclan no solo sabores, sino también historias, afectos y saberes antiguos que reflejan la manera en que los guatemaltecos honran la vida de quienes partieron.
En cada hogar, el fiambre no solo se come, sino que se comparte con orgullo, un reflejo de esto es que, en muchos lugares del país las familias comparten su fiambre con vecinos para degustar todas las recetas cercanas, un ejemplo de la unidad que este platillo propicia.
Indudablemente, la expresión de un pueblo que celebra la memoria desde la mesa, recordando que las tradiciones que se conservan con devoción son las que mantienen viva la esencia de Guatemala.
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