Ciudad de Guatemala, 17 abr. (AGN).– En medio del bullicio del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala hay un rincón que guarda en sus paredes el sabor de la tradición: La Casa de los Súchiles. Ubicada en la 5a. calle y 13 avenida, este lugar ha sido testigo de una costumbre que ha perdurado por generaciones, especialmente durante la Semana Santa, cuando el fresco de súchiles cobra un papel protagónico.
Mucho antes de que esta bebida se comercializara, surgió como un acto de agradecimiento. Ana Patricia Guzmán, actual responsable del establecimiento, cuenta que la historia comenzó con sus tatarabuelos, dueños de una panadería en la misma zona. En vísperas de Semana Santa, decidieron ofrecer refrescos de cortesía a quienes acompañaban las procesiones como muestra de gratitud hacia sus clientes y como una ofrenda por las bendiciones recibidas.
No tardaron en improvisar una pequeña mesa de madera al frente del local, sobre la cual colocaban grandes recipientes de vidrio llenos de bebidas tradicionales. El fresco de súchiles pronto se convirtió en el favorito. Este brebaje tan único no solo refrescaba el cuerpo, sino que conectaba con algo más profundo: la identidad y el espíritu de la época.
🔵 Patricia Guzmán de la Casa de los Súchiles en el Centro Histórico de la capital de Guatemala, platicó con Obed Figueroa sobre su historia de vida, en “Una Charla con Voz” de Radio TGW 🎙🎤🤩🗣🎸.¡Míralo este jueves a las 20:00 por Facebook y Youtube de Radio TGW! pic.twitter.com/6FOXcb32Xq
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Cuando falleció su esposo, doña Dolores (la tatarabuela de Ana Patricia) asumió el reto de continuar con el negocio y la tradición, criando a seis nietos mientras mantenía viva la costumbre de preparar fresco de súchiles cada Semana Mayor. Aquella bebida fue ganando renombre y con los años se volvió un símbolo del barrio. Tan importante fue su presencia, que incluso el nobel de literatura Miguel Ángel Asturias, amigo de la familia, la mencionó en su obra Leyendas de Guatemala.
Del ritual al refresco: la historia detrás del súchiles
Aunque hoy se le conoce como una bebida dulce, de acidez única y refrescante, sus orígenes son sagrados. Derivado de la palabra náhuatl xochitl, que significa flor, el fresco de súchiles tiene raíces en los rituales mesoamericanos, en los cuales los pueblos precolombinos ofrecían potajes fermentados a sus deidades.
Con la llegada de los españoles y la introducción de la caña de azúcar, se produjo un sincretismo culinario que transformó estos rituales. Los néctares ancestrales adoptaron nuevos sabores y técnicas, incluyendo frutas y fermentaciones más complejas. Así nació el súchiles como lo conocemos hoy: una mezcla de dulzura, historia y sincretismo cultural.
Durante los viernes de Cuaresma, en barrios como La Merced, era costumbre ver a las familias devotas detenerse por un vaso de fresco de súchiles. Más que una bebida, se trataba de un rito familiar, una pausa sagrada entre la fe y la convivencia.
Hoy en día, aunque se puede disfrutar durante todo el año, el súchiles conserva su esencia ceremonial, especialmente cuando se acompaña con una empanada caliente.
La Casa de los Súchiles no solo ofrece una bebida tradicional, entrega en cada vaso un fragmento de historia, una herencia fundida en líquido que continúa fluyendo generación tras generación.
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