Ciudad de Guatemala, 8 dic (AGN).- En 1854, la Iglesia católica declaró el dogma de la Inmaculada Concepción. Este fue proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX.
En este se afirma que la Virgen María fue preservada inmune de toda mancha del pecado, que está revelado por Dios y, por lo tanto, debe ser constantemente creído por los fieles.
De hecho, en el prefacio del rito de consagración del 8 de diciembre el sacerdote dice:
Purísima tenía que ser, Señor, la Virgen que nos diera al Cordero inocente que quita el pecado del mundo… Si por la desobediencia de una mujer, Eva, entró el pecado en el mundo, por la obediencia de otra Mujer, María, entró en el mundo el Salvador, Jesucristo, Dios que bajó a la tierra hecho hombre.
Y así, el seno inmaculado de María, sin mancha de pecado original, trajo al mundo a Dios mismo que deseaba hacerse hombre para salvar al hombre.
Y agrega:
Tú preservaste a la Virgen María de toda mancha del pecado original y la enriqueciste con la plenitud de tu gracia, preparándola para que fuera la Madre digna de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura.
Purísima debía ser la Virgen que nos diera a tu Hijo, el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, para todos los hombres, es ahora abogada de gracia y modelo de santidad.
Hoy es la Festividad de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Detalle de mi pintura “Inmaculada Virgen Milagrosa” para la Catedral de la Inmaculada Concepción (无染原罪圣母主教座堂) en Pekín, China. pic.twitter.com/k0ooU6ZGRg
— Raúl Berzosa (@Raul_Berzosa) November 27, 2024
Lectura sagrada
En la primera lectura de este día escuchamos el relato del libro del Génesis que nos narra el pecado de nuestros primeros padres. Fue una desobediencia a Dios por parte de Adán y Eva, que, no conformándose con ser humanos, quisieron ser como Dios.
Engañados por el Tentador, comieron del fruto que Dios les había prohibido. Pero Dios no se conformó con la desobediencia del ser humano y, por ello, quiso hacerse hombre, uno más como nosotros, para librarnos del pecado.
El tiempo de Adviento en el que nos encontramos es, sin duda, el tiempo de la esperanza. Nos preparamos con gozo para la celebración del nacimiento del Niño Dios, y reavivamos también la espera de la venida de Cristo.
En espera de su venida definitiva
Según las profecías, volverá triunfante, para llevarnos con Él a la gloria del cielo, donde estaremos para siempre junto a María, la llena de gracia. Por esto, este tiempo de Adviento, esperamos junto a María. Ella nos acompaña en este camino del Adviento. Con Ella esperamos el nacimiento de su Hijo. Con Ella preparamos la venida del Señor. Con ella nos mantenemos en vela.
Porque la fiesta de la Inmaculada Concepción abre el llamado ciclo navideño.
María acogió la palabra de Dios, pues sabía que Él siempre cumple sus promesas. Con Ella también nosotros esperamos el cumplimiento de la palabra de Dios en nosotros.
Y es que en la figura de la Inmaculada Concepción se cumplen las palabras de aceptación de la madre de Cristo:
Hágase en mí según tu palabra.
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ir/dm