Ciudad de Guatemala, 22 mar (AGN).- Pocas veces en la historia surgen atletas que llegan a profesionalizarse, muchos menos son aquellos que se posicionan en la élite, aún menor es el número de los que se incrustan en el corazón del público.
Luis Grijalva, Tarzán, el Dreamer guatemalteco, tendrá muchos nombres pero todos desembocan en el gran atleta que se ha encargado de devolver la luz de esperanza a cada uno de los más de 17 millones de guatemaltecos, de soñar con obtener medallas en el mayor evento deportivo, los Juegos Olímpicos.
Aún siendo un país geográficamente pequeño, Grijalva se ha encargado de hacernos creer que somos potencia en el atletismo. En cada zancada, en cada metro recorrido, Luis, sin saberlo, lleva en su espalda el sueño de millones de personas, de ver por primera vez en miles de generaciones, la bandera guatemalteca ondeando en lo más alto en una cita olímpica. La tarea no será fácil, para ser el mejor, Grijalva tendrá que enfrentar a los monstruos del fondismo internacional.
Solo el tiempo dirá si la hazaña se concreta en París, si finalmente, luego de miles de generaciones, veremos por vez primera al quetzal elevar su vuelo superando a todos los países del mundo, dando así una semilla de esperanza, demostrando que en el deporte se juega con hombres y no con nombres.
Fuera del deporte, la historia de Luis es muestra de que no hace falta crecer en Guatemala para que el amor, esencia y pureza del país de la eterna primavera germine en tu corazón. Porque, a corta edad, Grijalva pudo salir de Guatemala, sin embargo, Guatemala nunca salió del corazón de Grijalva.